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Bill & Ted Face the Music. Dir. Dean Parisot

Un mes llevo ausente de este espacio. No por elección. Durante los últimos dos años me he enfrentado a una ardua batalla, contra delincuentes, las leyes que los protegen y las instituciones que permiten que la injusticia se perpetúe.

Un mes llevo ausente de este espacio. No por elección. Durante los últimos dos años me he enfrentado a una ardua batalla, contra delincuentes, las leyes que los protegen y las instituciones que permiten que la injusticia se perpetúe. Durante el último mes, esa lucha ha alcanzado su punto álgido. La severidad de este proceso me ha demostrado la abundancia de gente escoria, así como de parásitos aún más rastreros, que se alimentan de los desechos de estos primeros. Pero también me ha confirmado que siempre habrá gente dispuesta a tender una mano en el momento que más se le necesita. Es con este espíritu que elegí la película de esta semana, un homenaje a la amistad imperecedera.

Treinta y un años han pasado desde la primera, “excelente”, aventura a través del tiempo de Bill Preston y Ted Logan (Alex Winter y Keanu Reeves). Mucho han cambiado las cosas desde entonces. En 1989 los despreocupados y totalmente despistados adolescentes, Bill y Ted, viajaron en el tiempo para poder presentar su trabajo final de historia y evitar reprobar la materia, lo que amenazaría con romper su amistad, y como consecuencia, el dúo rockero no crearía la canción que en el futuro uniría en paz, armonía y prosperidad a la humanidad. La película en sí, es aún más absurda y ridícula de lo que suena, con Bill y Ted retacando una cabina telefónica (la máquina del tiempo en cuestión) con personajes del pasado que incluyen a Napoleón, Sócrates y Juana de Arco.

Para la segunda parte (1991), los inseparables amigos viajaron al infierno y posteriormente al cielo, acompañados de la misma Muerte, antes de rematar con un triunfante concierto de rock que concluyó sus aventuras, y aseguró el futuro vaticinado para ellos como salvadores de la humanidad.

Corte a 2020. Bill y Ted, ya cincuentones, casados, y con hijas veinteañeras, aún no han compuesto la mítica canción. Ni siquiera trabajo estable tienen.

El tiempo transcurrido ha hecho de Bill y Ted personajes “interesantes”, que a los cincuenta y pico aún no han podido cumplir la profética promesa de su destino. Durante tres décadas han cargado sobre sus hombros el peso de saberse “los elegidos”, y el conocimiento de esa inmensa responsabilidad, aunado a su naturaleza por demás relajada no han sido buena combinación.

Paradójicamente, el saber que algún día crearán la genial canción que unirá al mundo, los ha hecho perder un poco el foco. Pareciera que han dejado pasar el tiempo, en espera de que la profecía se cumpla por sí sola, sin necesariamente hacer el esfuerzo necesario para que esto suceda.

En cierta forma Bill y Ted son esos representantes de la Generación X que no cumplieron su promesa, no explotaron su potencial. Sólo dejando pasar los años, esperando que sucediera algo que, finalmente, nunca sucedió, y ahora, ya cansados, son un par de adolescentes cincuentones.

La premisa hace que esta cinta sea superior a las dos primeras partes, aunque, lógicamente está construida firmemente sobre esas bases, por lo mismo, en esta ocasión las aventuras son una mezcla de lo visto anteriormente (viajes en el tiempo y el más allá) pero ahora con la intervención de la siguiente generación Preston-Logan, Thea y Billie (Samara Weaving y Brigette Lundy-Paine).

La inclusión de las hijas resulta tan refrescante como adorable. Samara y Brigette logran un equilibrio perfecto entre la imitación de las peculiaridades de sus padres y la creación de personalidades propias.

La esencia de la cinta está en la amistad, tanto de Bill y Ted como de Thea y Billie, así como en el amor y admiración que estas sienten por sus padres. Esto revela que el verdadero logro de Bill y Ted, no fue necesariamente algo tan cósmicamente trascendental como unir a la humanidad, sino algo tan sencillo, y a la vez tan difícil, como ser buenos padres. Este aspecto resulta mucho más evidente al ser contrastado con la relación entre Ted y su padre, quien nunca creyó en él, ni respetó su trabajo ni aspiraciones. Y no es sino hasta viajar al mismo infierno, que el padre de Ted reconoce su error. “Debo ayudarte en lugar de criticarte”.

Pero definitivamente el mayor logro de los escritores de la trilogía, Chris Matheson y Ed Solomon, (sin duda resultado de las décadas transcurridas para la entrega de esta tercera parte), es la erradicación del mito de héroes predestinados, y la leyenda de los elegidos. En cambio, como si hubieran sabido de los tiempos pandémicos que estaríamos viviendo, presentan una idea mucho más coherente, lógica e inspiradora. Para lograr un cambio verdadero en la humanidad, es necesario que lo hagamos todos unidos.

Y cualquier película en la que Mozart, Jimi Hendrix y Louis Armstrong tocan en el mismo grupo musical es indudablemente… ¡Excelente!

*El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.

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