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Baja California, a la deriva

Luego de dos años de un gobierno autoritario y envuelto en la corrupción, el que encabezó Jaime Bonilla Valdez, el 1 de noviembre del 2021 llegó a la gubernatura del Estado la joven política morenista Marina del Pilar Ávila Olmeda.

Luego de dos años de un gobierno autoritario y envuelto en la corrupción, el que encabezó Jaime Bonilla Valdez, el 1 de noviembre del 2021 llegó a la gubernatura del Estado la joven política morenista Marina del Pilar Ávila Olmeda. Con un discurso animoso y una figura fresca, las esperanzas de una gran reconciliación revivieron entre los diversos sectores de Baja California.

La conformación de su gabinete, con la inclusión de profesionistas de reconocido prestigio, por su capacidad y arraigo, alimentaron el ánimo y las posibilidades de reconstruir la unidad y el respeto que en unos cuantos meses se habían derrumbado.

Desde entonces han transcurrido nueve meses y poco o nada se ha construido para esa nueva relación ofrecida a todas y todos los bajacalifornianos. El servil apasionamiento ideológico ha obnubilado, hasta ahora, la visión del trascendido histórico.

Envuelta en su burbuja de seguridad y comodidad, hasta ahora la jefa del Poder Ejecutivo se ha limitado a hacer lo que le gusta, se siente muy cómoda y disfruta enormemente. Eventos sociales, entrega de apoyo, cortes de listón y transmisiones en vivo por las redes sociales.

Dicen que a caballo regalado no se le ve el colmillo y que, dadas, hasta las puñaladas, así que casi a diario recorre la geografía estatal a bordo del XC-BCN, que por cierto registra hasta dos vuelos al día, para entregar despensas, tarjetas con apoyos sociales, beneficiando a cientos de familias, sumando agradecimientos, sonrisas, besos, abrazos y potenciales electores para su causa política.

Pero, quien sabe si por estrategia o porque así lo considera necesario para seguir apegada los principios de la Cuarta Transformación y la doctrina presidencial, continúa el evidente alejamiento con los sectores productivos, empresarios, comerciantes e industriales, que son los que generan empleo, riqueza…e impuestos.

Ha sido el suyo, es cierto, un gobierno enfocado a atender a las clases sociales desprotegidas, pero no necesariamente para resolver sus necesidades más inmediatas, sino para generar, mediante esas entregas pagadas con recursos públicos, gratitud y compromiso para el partido en el poder.

Pero gobernar no significa solo repartir despensas y cortar listones. Gobernar es sumar para multiplicar, es fijar a diario las bases para construir una mejor sociedad y un estado con mayores oportunidades de desarrollo. Es acercarse y convencer. Es contribuir desde el Estado a generar una mejor sociedad.

Lo primero es efímero. Los beneficios inmediatos y sin esfuerzo se agradecen, sin duda, pero se olvidan rápido y se trasladan en la siguiente elección al que ofrece más. A nivel nacional al PRI le duró 80 años, a Acción Nacional sólo dos sexenios y 30 años en Baja California. A Morena, si no privilegian la reconciliación, la gratitud se puede acabar más rápido. En política no hay lealtades, hay intereses.

Lo segundo requiere de inteligencia, que la hay, para romper las naturales resistencias que se dan entre los hombres y mujeres del dinero cuando un gobierno sale de puerto sin rumbo, basándose solo en las ocurrencias mañaneras y replicadas a nivel local en las mañaneritas de los miércoles.

Marina del Pilar Ávila Olmeda necesita incluir nuevas variables en su proyecto de gobierno. Ya ha dado tiempo y confianza a su equipo de trabajo para que le generen las estrategias y acciones suficientemente claras que le permitan fortalecer la confianza en su administración. La comunicación social comienza a agotarse, las ideas se acaban y el recurso se tira a la basura…o al bolsillo de alguien.

Las áreas de oportunidad existen en materia de seguridad y justicia, donde ni el general ni el fiscal logran ponerse de acuerdo y se requiere de un fuerte manotazo. En la secretaría general de gobierno, Catalino Zavala no ha podido, o no ha querido tal vez, sentarse con lo que queda de la oposición. Hay paz social por conformidad y control más que por convencimiento. El secretario de Finanzas se ha metido tanto en arreglar los números que no ha salido a buscar recursos, mientras el de Economía apenas se le ve por Mexicali y en Tijuana ni caso le hacen.

No hay obras. Las escuelas abandonadas, sucias, deterioradas y las calles destrozadas esperando que comiencen a llegar los recursos prometidos del programa de regularización de “chocolates”. Las cámaras y arcos lectores de placas para atender la seguridad siguen solo en el papel, las patrullas llegan a cuentagotas y las que ya llegaron están esperando en los patios para la ceremonia oficial de lucimiento. Policías sin armas, prefieren callar y otros, de plano, coludirse con el crimen organizado.

Las carencias comienzan a notarse y los medios, algunos, a cuestionar. Las mañaneritas ya no son tan cómodas y la gobernadora refleja inseguridad e irritación a preguntas incisivas y las respuestas son sólo retórica repetitiva. La transparencia se opaca. La frescura se marchita.

Cierto, falta mucho tiempo para que el gobierno estatal cumpla su ciclo oficial. Todavía hay esperanza, pero urge que Marina del Pilar defina rumbo y destino a su gobierno, porque en la administración pública, el tiempo pasa volando. La reconciliación no puede esperar más.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios

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