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Arcadio Chacón Mendoza: médico y narrador

El oficio de contador de historias tiene mucho de parecido con los pintores que hacen retratos de ciertos seres humanos o de la sociedad que habitan como un todo.

El oficio de contador de historias tiene mucho de parecido con los pintores que hacen retratos de ciertos seres humanos o de la sociedad que habitan como un todo. El que narra, al menos en nuestra entidad, es un observador perspicaz de la vida que lo rodea, de las gentes que conoce, de los momentos sorpresivos que captan su atención. En Baja California, el narrador fue una figura menor durante buena parte del siglo pasado: los reyes de la creación literaria, los que tenían los juegos florales y los reconocimientos públicos eran los poetas, especialmente aquellos que cantaban a lo propio, pero poco a poco los narradores fueron abriéndose camino en nuestras letras.

Tal es el caso de Arcadio Chacón Mendoza, nacido en Coalcomán, Michoacán, el 30 de abril de 1913 y fallecido en Mexicali en 1979, prefiere hacer de su obra un espejo de modos de vida y conductas fronterizas. Y es que Chacón Mendoza tiene la particularidad de haber sido uno de los primeros médicos especialistas en llegar a la ciudad capital de nuestro estado en 1950. Era, nuestro autor, médico cirujano por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo con especialidad en oftalmología. Desde su llegada a Mexicali se implicó en la incipiente vida cultural de nuestra entidad, siendo integrante, ya en los años sesenta del siglo XX, de la Asociación de Escritores de Baja California y fue fundador y primer director de la escuela de Enfermería de la UABC e impulsor de la escuela de Medicina de nuestra máxima casa de estudios.

Además de estos cargos, don Arcadio fue presidente municipal de Mexicali al dejar su cargo Francisco Gallego Monge por motivos de salud, ejerciendo como tal del 13 de enero de 1970 al 30 de noviembre del mismo año. Según lo expone el historiador Adalberto Walther Meade en su libro Origen de Mexicali (1991): “El Doctor Arcadio Chacón Mendoza dedicó su actividad y recursos del municipio -los pocos disponibles- a obras de beneficio colectivo en los poblados rurales del valle de Mexicali, como son aulas, canchas deportivas, monumentos a los próceres patrios, y en Mexicali construyó la unidad deportiva Lázaro Cárdenas.” Pero el acto más trascendental que llevó a cabo, en términos culturales, fue nombrar al primer cronista de la ciudad capital del estado, reconocimiento que recayó en Pedro F. Pérez y Ramírez, periodista y difusor del conocimiento histórico en forma amena, amplia, interesante y veraz, más allá de escuelas o cubículos académicos, sin más gusto que divulgar lo nuestro por el gusto de hacerlo.

Pero más allá de sus dotes médicas o su trayectoria académica y política, don Arcadio fue un narrador enérgico, tenaz, impulsivo, que publicó antes de morir Cuentos del atardecer (1978) y su novela Custodiando su patrimonio (1979), libros que denotan su interés por la humanidad en sus más ríspidas contradicciones y deseos, con personajes que van desde personas con problemas con la ley hasta médicos que llevan a cabo sus tareas diarias de curar enfermos, pasando por gente que platica de viajes y anécdotas que parecen casi de fantasía. La vida como una herida purulenta. La literatura como una operación de cataratas para ayudarnos a ver la realidad que nos circunda. Sus obras están llenas de descripciones de doctor metido a escritor: “Escaso minutos después llegaron con la noticia de que se acercaba la escolta. Para qué negarlo, sentí como un pedazo de hielo me corría por la espalda, las piernas flojas, la boca seca, la nariz tapada, y la frente me empezó a sudar.”

Arcadio Chacón Mendoza es un narrador que debemos redescubrir y no dejar en el limbo de la literatura de nuestro estado. Y lo mismo va para su obra, la que pinta el panorama de Mexicali, de sus clases medias en los años de su más notoria prosperidad entre mediados del siglo y los años setenta del siglo XX. Sus historias son un recordatorio de un tiempo en auge, de una era de riquezas para todos, pero también de pretensiones, conflictos y cegueras. Una Baja California que se mostraba en el umbral de la modernidad, pero que aún no daba el salto definitivo, aún no alcanzaba su plena realización. En este autor, la medicina y la literatura eran eslabones de una misma cadena: la del ejercicio riguroso del conocimiento y de la imaginación.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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