Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Antes como antes, ahora… como siempre

La versión original de esta frase que se considera histórica, “Antes como antes y ahora como ahora”, le es atribuida al caudillo yaqui José María Leyva Pérez (Cajeme) y es aprovechada hoy día para definir un antes y un después en el ejercicio de un gobierno, especialmente cuando va de por medio una transición política.

La versión original de esta frase que se considera histórica, “Antes como antes y ahora como ahora”, le es atribuida al caudillo yaqui José María Leyva Pérez (Cajeme) y es aprovechada hoy día para definir un antes y un después en el ejercicio de un gobierno, especialmente cuando va de por medio una transición política. Lo hicieron los panistas en su tiempo y ahora la usan los morenistas de todos los niveles.

Pero la realidad es otra y corresponde más al título de esta colaboración. Antes como antes, ahora…como siempre.

Porque la práctica y los hechos nos demuestran que, a pesar de los discursos y la apabullante retórica de los personajes del gobierno en el poder, desde el federal, estados y municipios, hasta funcionarios, legisladores, regidores, servidores de la nación e incluso los bots en las redes sociales, todo sigue igual y si se quiere, peor.

La impunidad, como amorosa madre de todas las formas de corrupción, prevalece no obstante que fue una de las principales promesas de campaña que motivó a millones de mexicanos indecisos a salir de sus casas y votar por un cambio prometido. Millones más, hartos de la inseguridad, la incertidumbre económica, los negocios a la sombra del poder, las adjudicaciones directas, los favoritismos, los abusos, las violaciones, feminicidios, obras “fantasma”, hospitales inconclusos, observan que todos estos jinetes siguen cabalgando en nuestro apocalíptico país.

Los mexicanos vemos y escuchamos a diario cómo el presidente López Obrador, luego de más de tres años de haber asumido el poder, sigue culpando al “antes” del país que hoy tenemos. Es verdad, no le falta razón, pero más bien parece que le sobran pretextos para no responder a las exigencias de la indignada sociedad, refugiándose en dichos populares que resultan pegajosos y se convierten en la nota de ocho columnas en diarios, noticieros y en redes sociales, algunos como parte de los convenios publicitarios pagados por el Gobierno de México y otros como propaganda, también cubierta con recursos oficiales. Desviar la atención, para no responder, sigue siendo una buena alternativa.

La práctica les ha funcionado y, tan les ha funcionado que ha sido dócilmente adoptada por los gobernadores y gobernadoras de los estados morenistas -Marina del Pilar Ávila, entre ellos y ellas- que a pesar de culpar al pasado de la situación actual de sus estados, siguen utilizando sus mismos sistemas, sus mismas políticas públicas, sus mismos paleros, sus mismos esquemas y, peor aún, hasta sus mismos funcionarios.

El presidente, y los gobernadores lo imitan, sigue utilizando a las cámaras como oficialía de partes para que les cumplan sus caprichos, usando el poder para perseguir a sus opositores, el presupuesto para cooptar medios, comprar conciencias, movilizar votos, vigilar periodistas incómodos, hacer negocios, ocultar contratos, pagar favores, proteger delincuentes. Nadie se les opone, porque tampoco existe oposición.

Como antes también, como siempre, desde el poder se sigue generando miedo. Un miedo que peligrosamente es alentado desde la tribuna del resentimiento y el odio, un espacio en el que deberían prevalecer la inteligencia, la prudencia y la unidad para alentar la necesaria reconciliación nacional, hoy cuarteada entre fifís y chairos, ricos y pobres, neoliberales y progresistas, opositores y aliados, entre obradoristas y los demás.

Con lo anterior y para desgracia de los mexicanos, podemos asegurar que luego de transitar políticamente del PRI al PAN y recientemente a Morena, la frase del caudillo yaqui nacido hace 187 años en Hermosillo, Sonora, deberá quedar, como lo está, registrada para siempre. Pero como la modernidad llegó también con la Carta Transformación, podría actualizarse como lo anotamos al principio. “Antes como antes, ahora…como siempre”.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

En esta nota