Anomia
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Montesquieu
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Montesquieu
La anomia es un concepto que se refiere, a la inobservancia de la ley. La palabra proviene del griego (a: «ausencia de» y nómos «ley, orden») y hace referencia a actitudes de irrespeto a la ley por grupos sociales.
Carlos Santiago Nino, en su libro titulado “Un país al margen de la ley” (Argentina, 1992), señala una serie de conductas que configuran un conjunto social anómico, resaltando la forma como se evaden ciertas obligaciones, como el pago de impuestos, la destrucción del medio ambiente, la corrupción, etc. Testimonios todos de una sociedad abrazada a la ilegalidad entendida como falta de respeto a las normas.
La anomia permea en los grupos sociales buscando la no aplicación de la ley en todos los integrantes del grupo social, por ello es muy importante no mandar el mensaje equivocado en el sentido de que la autoridad no quiere o no puede aplicar la ley en determinados casos, pues inmediatamente se genera ese desinterés por su cumplimiento.
Esto viene a colación por los acontecimientos ocurridos en Culiacán el pasado 17 de octubre. Podemos decir que el operativo careció de toda lógica y preparación, especialmente por tratarse del lugar en el que se pretendía ejecutar y del calibre del personaje a detener.
Es claro que haber continuado con el operativo hubiese supuesto una masacre de tamaño inimaginable con un número inmenso de víctimas inocentes, principalmente civiles y familias de militares cuyas viviendas en una unidad habitacional cercana a los cuarteles se vieron amenazadas por las huestes del capo que se pretendía detener.
La decisión, avalada por el presidente López Obrador, manda sin embargo una pésima señal de debilidad del Estado mexicano. En el futuro, cuando se trate de intentar aprehender al mismo o a cualquier otro líder del crimen organizado en México, los rehenes pueden volver a ser los ciudadanos. Niños, mujeres y hombres de a pie volverán a estar en medio del fuego entre los criminales y las fuerzas del orden, como lo atestiguamos la semana pasada. Nadie desea víctimas inocentes, pero hay ocasiones en que deben tomarse decisiones difíciles y muchas veces impopulares y dolorosas.
¿Hizo bien el presidente en ordenar liberar a Ovidio? En función del mal menor, parece que fue lo menos malo. Sin embargo, ¿cómo recuperará el Gobierno la respetabilidad que merece la dignidad de las Fuerzas Armadas? En semanas anteriores hemos visto numerosas escenas en las que miembros del Ejército han sido objeto de burla y escarnio, por parte de civiles, se trata de actos injustificables. Nuestras Fuerzas Armadas no se lo merecen ni deberían permitirlo, pero ante todo son disciplinadas y saben cumplir órdenes.
Urge replantear las estrategias de recuperación de la seguridad en el país y ponerle un alto a la delincuencia organizada. De no hacerlo no nos quedará más que acostumbrarnos a que el Ejército se bata en retirada y entregue la plaza, hasta que a los altos mandos militares se les acabe la paciencia.
O la anomia termine por ser un sentimiento común en toda la sociedad.
*El autor es asesor empresarial en cabildeo
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