Ad Astra (Dir. James Gray)
En Ad Astra, James Gray presenta, como en su cinta anterior, Z, la ciudad perdida (2016), un viaje de exploración, y de nueva cuenta lo que explora es tanto el universo externo como el interno.
En Ad Astra, James Gray presenta, como en su cinta anterior, Z, la ciudad perdida (2016), un viaje de exploración, y de nueva cuenta lo que explora es tanto el universo externo como el interno.
Roy Mcbride (Brad pitt), a todas las apariencias, es el astronauta perfecto, su pulso nunca se eleva por arriba de 80 latidos por minuto, ni siquiera cuando está cayendo hacia la Tierra desde la antena espacial en la que trabaja.
Descargas antimateria han bombardeado la Tierra ocasionando fallas en todos los sistemas y creando catástrofes, como la que afectó a la antena en cuestión, que han resultado en miles de muertes. Se ha rastreado el punto de procedencia de las descargas hasta un dispositivo antimateria ubicado cerca de Neptuno, el último punto de contacto con la misión espacial Proyecto Lima, cuyo objetivo era llegar hasta el lugar más alejado del sistema solar en busca de vida inteligente. El capitán de la misión, H. Clifford McBride (Tommy Lee Jones), padre de Roy.
Durante años Roy ha creído que su padre había muerto, ahora su misión será viajar a Marte e intentar contactarlo para encontrar una solución que detenga las descargas que ponen en riesgo el futuro de la Tierra.
Con obvias alegorías bíblicas, un cataclismo ocasionado por un “padre” que se ha ausentado y la caída del hombre hacia el abismo, inicia el viaje interior de Roy McBride, hacia el origen de su ser y el encuentro con su padre.
La cinta de Gray es de un alcance sicológico más que épico, mucho más cercana a Solaris (1972) y las recientes High Life (2018) y Aniara (2018) que a proyectos más comerciales como El Marciano (2015). Sin embargo Gray es capaz de integrar secuencias de acción y suspenso, tanto impresionantes, como, magistralmente realizadas.
La fotografía de Hoyte Van Hoytema además de crear vistas espaciales extraordinarias se centra en el constantemente estoico rostro de Brad Pitt, en una de sus mejores actuaciones, para transmitir la esencia de la narrativa.
Roy es un hombre que se ha hecho a sí mismo en base a la imagen de su padre ausente. Una coraza de masculinidad, que lo ayuda a ser el mejor elemento, lo rodea y lo aísla de toda relación interpersonal. Se trata de una idea anquilosada de la masculinidad, la misma que ha lanzado a su padre a los confines del sistema solar y de su propia cordura y moral, en busca de obtener el éxito de su misión y encontrar vida extraterrestre.
A través de su odisea espacial, que se transforma por partes iguales en intriga y aventura, conforme más se acerca al misterio de la desaparición de su padre, Roy se interna cada vez más en su propia mente y en los procesos que llevaron a su padre a hacer lo que hizo. Reconoce en él la misma ira que habita en su padre y el dolor que se oculta debajo de la ira. Después de toda una vida con temor de confrontarlo, lo busca para reencontrarse con él… pero en realidad para liberarse de él. No es posible salvar a quien no quiere ser salvado.
La verdadera revelación de Roy es reconocer que, en esencia, no quiere ser así. No quiere ser su padre.
El guion de Gray y Ethan Gross analiza la delgada línea que separa el deber, la convicción y la ética laboral de la obsesión que conduce a una profunda caída hacia los abismos negros de la salud mental y a la perdida de toda humanidad. El momento en que se asienta una absoluta ceguera ante toda la belleza que se tiene delante de los ojos, por enfocarse, en cambio, en lo que no está ahí, lo que falta, lo que nunca estará.
Si llegas al final de la vida creyendo que siempre tuviste la razón, no aprendiste nada.
El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.
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