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AMLO, dos años después

Si juzgamos el gobierno de Andrés Manuel López Obrador por lo que dijo en su segundo informe diríamos que el país va muy bien.

Si juzgamos el gobierno de Andrés Manuel López Obrador por lo que dijo en su segundo informe diríamos que el país va muy bien, que todos o casi todos los problemas del país se están atendiendo y que, como dijo casi al final de su lectura, se están “sentando las bases” de la Cuarta Transformación. No sólo eso, sino también que el presidente sigue contando con un alto nivel de aprobación.

Sin embargo, algo no cuadra. No se necesita revisar y examinar exhaustivamente un conjunto de tablas con los datos más recientes sobre cada uno de los temas o los problemas del país para darse cuenta que no sólo no se están enfrentando o resolviendo, sino que algunos problemas se están agravando de manera alarmante.

Ahí está el problema de la pandemia que no ha sido enfrentada correcta y oportunamente, según los criterios que se han usado en otros países donde se ha combatido con mayor eficiencia. Ahí está el problema de la inseguridad que tiende a agravarse y a extenderse a muchas partes, haciendo de la calle, la vivienda y el transporte público un lugar absolutamente inseguro.

Ahí están los problemas relacionados con la pobreza y la desigualdad social, la falta de empleos bien remunerados, la quiebra de algunos negocios, la pérdida de empleos, el desplome de la economía en términos de su producto interno bruto, la falta de inversión, que pinta un panorama verdaderamente crítico para el país en los próximos años.

Hay, en otras palabras, una lista larga de asuntos donde no se ven avances con el gobierno de AMLO. Al contrario, se ven retrocesos. Pero, ¿por qué este desfase entre la realidad y el discurso de López Obrador que pinta un panorama diferente? ¿Por qué insiste en narrar algo distinto a lo que se está viendo en la realidad y como lo indican los datos?

Mi hipótesis es que en el proyecto central de López Obrador no hay un planteamiento para resolver o enfrentar los problemas sociales o económicos del país, con políticas nuevas y enfoques distintos (al neoliberalismo, por ejemplo), sino que el interés principal radica en cambiar las bases del poder político en México. Pero no puede dar un informe de eso porque revelaría realmente lo que en el fondo está buscando AMLO.

Mientras todo mundo busca y contrasta los datos que cita López Obrador en su informe y en casi todas sus mañaneras con lo que está sucediendo, tratando de comprobar su desfase o su incongruencia, su gobierno avanza en el propósito central que es cambiar la relación de poder en el país.

Veámoslo de esta forma. Durante todo este tiempo López Obrador ha desmantelado la mayoría de las instituciones que antes servían como mecanismos de mediación entre el gobierno y la sociedad. A otras las ha copado o controlado, manteniendo el dominio sobre ellas como el poder legislativo y el poder judicial. Ahí está el ejemplo reciente de la Suprema Corte al darle luz verde a su propuesta de consulta sobre los expresidentes.

De igual forma, aunque le ha costado más trabajo, le ha ido quitando poder e influencia a todos los estamentos (por decirlo así) que antes tenían o jugaban otro papel en el gobierno y la sociedad, como eran, por ejemplo, los intelectuales, los académicos, los expertos o especialistas, pero también de manera preponderante a los medios de comunicación, para quedarse sólo con aquellos que le son afines o están a su servicio.

Le ha quitado poder, para hablar de un poder más significativo, a los empresarios y sus organizaciones (como la Coparmex, etcétera), a las instituciones y centros académicos, a los sindicatos, a toda una red de organizaciones civiles que se autodefinieron desde los años ochenta y noventa como Organizaciones No Gubernamentales, organizaciones de derechos humanos, ecologistas y ambientalistas, etcétera.

Pero también López Obrador le ha quitado poder, o intenta quitárselo, a los partidos políticos, en especial al PAN, en cuyo partido localiza la fuerza de los grupos conservadores en México, descalificando a sus líderes más prominentes con el claro fin de impedir que puedan recomponerse en un futuro inmediato.

La idea fundamental de AMLO consiste en despojar del poder a todos los grupos que lo tenían antes en distintos niveles y esferas sociales o políticas, para que haya un “verdadero” cambio. Su proyecto no es resolver los problemas del país, o mejorar los niveles de bienestar como se cree, creando condiciones para ampliar las oportunidades para todos, como rezaba la teoría de la modernidad. No.

El enfoque de la 4T es cambiar la relación de poder, como sucedería en un movimiento revolucionario. Pero en este caso el poder no es para “el pueblo”, como se cree o se dice, sino para un solo hombre que, en esta narrativa, gobierna por y para el pueblo. Que es el punto débil de AMLO, pues su gobierno se asemeja cada vez más a una dictadura o por lo menos a un líder autoritario y autocrático.

*El autor es analista político.

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