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AMLO: Muchos frentes abiertos

A dos años de la presidencia, Andrés Manuel López Obrador ya tiene muchos frentes sociales y políticos abiertos.

A dos años de la presidencia, Andrés Manuel López Obrador ya tiene muchos frentes sociales y políticos abiertos. No es algo que sea muy frecuente, pero tampoco es extraño que suceda. A Enrique Peña Nieto le pasó que a los dos años, en 2014, le estalló el problema de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que no supo atender y terminó lastrando a su gobierno.

López Obrador ya tiene encima varios problemas que pueden tender a agravarse, entre ellos por ejemplo: el movimiento o el colectivo de las mujeres que crece y se fortalece; el conflicto de la presa La Boquilla en Chihuahua; los diez gobernadores que han organizado la “Alianza Federalista” al salirse de la Conago y otros más que están protestando por la falta de apoyo en cuestiones de seguridad.

El enfrentamiento con algunos medios de comunicación; con algunos intelectuales y académicos (que acaban de firmar un desplegado con 650 nombres); el resurgimiento de los grupos delincuenciales en varias regiones y estados del país; los problemas de la pobreza y el estancamiento de la economía para casi todo el sexenio.

Pero, además, hay otros que han surgido en los últimos días como son el “plantón” de Frenaa en el Zócalo de la CDMX, los conflictos internos de Morena en el cambio de la dirigencia y la reaparición de Ricardo Anaya en el escenario político nacional, pero también hay que agregar la renuncia de Jaime Cárdenas aduciendo irregularidades en el Instituto que dirigía.

Es decir, hay muchos problemas que se están acumulando de manera muy temprana y en víspera de la elección intermedia de 2021. En respuesta a varios de estos problemas o situaciones, AMLO está endureciendo su discurso y sus ataques a todos estos actores políticos. Entre más brotan problemas, más intolerante se vuelve López Obrador, más burlón y desafiante en su espacio de las “mañaneras”.

En lugar de disminuir, la polarización política tiende a expandirse en todo el país, nutriendo ya un gran fastidio e irritación entre algunos sectores de la sociedad por este clima social, que se suma como una carga más a la difícil situación que ha traído la pandemia y la crisis de la economía.

Salvo el grupo que encabeza Frenaa, no hay hasta ahora ningún partido o movimiento que busque la destitución del Presidente, como dicen sus seguidores y él mismo. Lo que hay es un profundo malestar y un enorme descontento con el estilo populista, pendenciero y autoritario de López Obrador, que es absolutamente inconcebible en un hombre que viene de las luchas populares.

Es este descontento el que está creciendo y se puede expandir en los próximos meses. Porque, para información y conocimiento de algunos, no es la fuerza con la que nacen algunas protestas o movimientos lo que debe preocupar, sino las condiciones sociales y económicas en las que se desarrollan.

Como el caso de Frenaa, por ejemplo, cuya fuerza es ridícula, pero las condiciones del país, los malos resultados del gobierno, la intolerancia de AMLO, la inseguridad, etcétera, pueden ir produciendo detonaciones más complejas e impredecibles. Es lo mismo que hizo AMLO a lo largo de 18 años.

Es la experiencia en México y en otros países. En el caso de Argentina con Cristina Fernández de Kirchner, como dice Alberto Fernández, fue “la aplicación de una política maniquea a partir de la cual se definieron amigos y enemigos del poder”, lo que convirtió al país en un centro de permanentes disputas siempre irreconciliables. “Esa lógica despertó el malestar de algunos, el odio de otros y el desencanto de muchos”.

México, con López Obrador, puede ir hacia allá. Si bien los niveles de aprobación del presidente son relativamente altos, según algunas encuestas, también es cierto que los descontentos empiezan a crecer, en gran parte por el estilo confuso y autoritario que sostiene el presidente.

Hay la sensación de que el país está perdiendo el rumbo y que, justamente, para impedir que la población lo vea con claridad, el Presidente atiza el fanatismo y la polarización, fortalece la ignorancia y promueve el enfrentamiento. AMLO no promueve el diálogo y la conciliación o una nueva forma de relaciones políticas e interindividuales, sino, al contrario, el choque irreconciliable.

La crisis económica del país puede exacerbar esta polarización y crearse una situación política inmanejable. Hasta ahora no hay ningún país de América Latina que no haya sucumbido a los vendavales de la economía, con sistemas políticos débiles y con hondos e históricos resentimientos sociales, formando un polvorín siempre a punto de estallar.

Lo extraño es que alguien, desde el poder, le atice más al fuego.

*El autor es analista político.

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