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¿Esto fue un juicio?

Por el derecho a la libertad de expresión.

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Estoy sorprendido de cómo se llevó a cabo el proceso de discusión para determinar si se desarrollaba un juicio político en contra de Donald J Trump, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, y de que fuera absuelto de las acusaciones sin que se escucharan testigos, ni se presentaran documentos de prueba a favor y en contra, y de que todo se resolviera con una votación en el Senado. Me dejó helado reconocer que no es cierto que la verdad y la justicia marchan juntas. El uso de la fuerza de la coacción y el abusivo usufructo del poder de Trump, para obligar a los senadores republicanos a votar por su absolución, deja mucho que desear. Por consiguiente, refrendo la idea que tenía de que también en este país, los poderosos tienen derechos que sobrepasan a los de los ciudadanos comunes y corrientes como yo. También aquí hay alguien por encima de la ley.

En la discusión que se dio de manera pública, en la cual los argumentos que se esgrimieron dejaron el sabor de que fueran discutidos y reforzados con evidencias, exigían que se promoviera un juicio formal. Fue tan impactante este suceso que USA se dividió en dos grandes grupos: los que apoyaban el juicio político y los que defendían a Trump. Las dudas que se expusieron se quedaron sin las aclaraciones correspondientes. Por lo cual se sigue poniendo en tela de juicio todo lo no aclarado. Trump gana una batalla, pero el país pierde credibilidad ante el contexto de las naciones. Ahora ya no se dirá que en USA la ley es insoslayable, se reconformará el concepto para decir que se puede no respetar si el sujeto es poderoso.

También queda evidencia real y objetiva, de que no se acató el juramento hecho cuando Trump tomó el poder. Allí juró respetar y hacer respetar la constitución y las leyes que de ella se derivan, pero no fue así. Desde su campaña su actitud ha sido de falta de respeto a las personas, a las mujeres y a los ciudadanos extranjeros que vivimos en este país. Con un exceso de vulgaridad aseguró, sin dar ninguna prueba, que México enviaba a delincuentes, drogadictos y violadores a vivir en USA. Estas palabras que han quedado grabadas para siempre en la mente de los mexicanos, no fueron dichas en un arrebato, sino que fueron preparadas con antelación para que hicieran el daño que se esperaba. También es común la facilidad como miente, pues se le ha comprobado, y como después cambia lo dicho como si nada hubiera pasado.

Les queda a los ciudadanos estadounidenses la tarea de recuperar la credibilidad, la práctica y el prestigio por el respeto ineludible a las leyes. En esta parte los demócratas que fueron quienes promovieron el juicio político, tienen la obligación histórica de continuar con las investigaciones hasta que se llegue a la verdad total. Si ésta le da la razón a Trump, se le debe reconocer y ofrecerle disculpas. Pero si se comprueban las acusaciones que se le hicieron, deberán buscar los mecanismos para que se le haga un juicio real y se le apliquen las responsabilidades que sean necesarias. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos 
Internacionales por la UABC.

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