Reviven la luz de Sorolla en San Diego
La pianista Marta Espinós, invitada por el Museo de Arte de San Diego, trajo Sorolla: Un imaginario musical para conmemorar 100 años del fallecimiento del pintor

La pianista Marta Espinós, invitada por el Museo de Arte de San Diego, trajo Sorolla: Un imaginario musical para conmemorar 100 años del fallecimiento del pintor | Abdiel Ortega
San Diego, CA.- La primera obra que el Museo de Arte de San Diego (SDMA, por sus siglas en inglés) adquirió en su historia, al fundarse en 1925, fue María en La Granja (1907) del pintor español Joaquín Sorolla y Bastida. En contexto de los 100 años del fallecimiento del iluminista español, se presentó el sábado pasado la pianista Marta Espinós, invitada por el SDMA y el Consulado de España en EU, para un recital con selecciones de compositores españoles.
Espinós presentó su Sorolla: Un imaginario musical, un programa que conecta las formas pictóricas del pintor con el estilo musical de los maestros españoles de finales del siglo XIX y principios del XX. En la galería número 16 del museo enclavado en el Balboa Park, la pianista presentó dos funciones con obras de Mompou, Rodrigo, Albéniz y de Falla.

En la sala estuvieron simbólicamente presentes dos Joaquines: Sorolla y Achúcarro. El primero, con las obras A la orilla del mar (1908) y la ya mencionada María en La Granja (1907), propiedades del SDMA. El segundo, el gran pianista y promotor de la música española en el mundo, y de quien Espinós es alumna y miembro de su fundación.
La española abrió boca con Scènes d’enfants (Escenas infantiles), de Federico Mompou. El estilo heredado del maestro Achúcarro, mostró a una intérprete atenta y dedicada a destacar las formas sensibles y libres de la obra inspirada en los juegos infantiles. Tras ello, se dirigió al auditorio para ejemplificar las conexiones posibles entre pintura y música.

Espinós prosiguió con las Cuatro estampas andaluzas, de Joaquín Rodrigo. Con vigorosidad, sin caer en fortissimos exagerados y precisa en el tempo, la energía de Espinós se vio interrumpida por un auditorio emocionado que rasgó el ambiente con un aplauso breve al final del tercer movimiento, y amenazó la concentración. Al terminar Barquitos de Cádiz, el último movimiento, el público pudo despejar su emoción y se desahogó con aplausos y elogios a la intérprete.
Para cerrar, Espinós eligió estampas españolas bien conocidas. De Isaac Albéniz, el Aragón (fantasía) de la Suite Española Op. 47; de Manuel de Falla, la primera Danza Española de La vida breve, y la famosísima Danza ritual del fuego, de El amor brujo. No decepcionó y demostró un dominio, que rayó en lo excepcional, del repertorio que Espinós trajo a San Diego.
Al final, la invitada comprobó lo destacado por Roxana Velásquez, directora del SDMA, la impresionante capacidad de Espinós para traducir en música el imaginario de Joaquín Sorolla.

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