Termómetro mental
Al haber visto en Frontera.info la foto de un célebre tatuador en Los Pinos con las hijas del Presidente de México haciendo su obra en la piel de ellas (ver el hilarante #JonBoyChallenge), reflexiono sobre el tatuaje. Culturalmente ¿Qué función tiene? Siempre la ha tenido, pero era étnico, una identificación mediante signos de belleza, valentía o tótem. O limitado a marinos o soldados. Ahora son signos de moda, abundan los textos en el sentido caligráfico. Los futbolistas famosos o los de la farándula gradualmente fueron apareciendo con numerosos tatuajes. Cuando la generación “millennial” sea vieja, quizá una de cada tres personas en el mundo tendrá un tatuaje, salvo los islámicos y aquellos de países totalitarios. El otro escenario futuro es que sean los viejos los tatuados y los jóvenes se distingan por su ausencia. Es algo echado a andar desde hace unos 20 años, ¿a dónde vamos y signo de qué es? Existen ciertos rasgos de la personalidad que solían tener las personas tatuadas que conocía. Ahora diría que lo hacen porque es estar en su tiempo, una moda, un gesto generacional que puede ser el inicio de siglos de tatuaje o tener el destino de los tatuajes étnicos, desaparecer. El grupo social de tatuados tiene rasgos en común, no me atrevería a hablar de personalidades porque me dirían con razón, que ofendo por generalizar. Lo que está demostrado es que en el trastorno de la personalidad límite, es raro ver al paciente sin tatuajes. Creo que sugiere algo. El tatuaje contemporáneo no tiene nada que ver con el étnico, más que una forma de diferenciarse (de otras etnias o grupos) es una forma de identificarse con una generación. Es discriminatorio rechazar a alguien, en cualquier sentido, por portar un tatuaje. En el terreno laboral, en nuestro medio, suele ser causal de rechazo. Hace más de diez años estando invitado en un hospital siquiátrico en Nueva Zelanda, me abrió la puerta del área de agitados una mujer que me impresionó, por suponer que era una paciente, resultó era la jefa de enfermeras, tenía tatuado todo lo que se le alcanzaba a ver (tatuajes no Maorí). Tengo la impresión de que los más inteligentes se tatúan menos, no sugiero sea una tontería hacerlo, pero reparo en ello. Los que destacan en las ciencias no los veo tan tatuados, los científicos no son los únicos inteligentes, pero sí son una garantía de que lo son. Frecuentemente es más una búsqueda de la sensación que una necesidad simbólica. Más sentir que pensar. Cada vez vemos más tatuajes por moda y que no reflejan mucho de la personalidad, inteligencia o grupo cultural. Si se tratara de algo solamente estético abundarían los provisionales, sin embargo, el atractivo es al permanente, encarnado. * El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana.
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