Termómetro mental
Vaya semana. Cuánto desenfreno asociado. Las noticias se llenan de información sobre asesinatos en masa cada vez más disparatados. En una exitosa cadena de Waffles entra un joven blanco desnudo de la cintura para abajo y dispara sobre clientes afroamericanos, al ser desarmado sale tranquilamente caminando, se escapó unas horas y lo detuvieron sin mayor resistencia. Este es el tipo de crimen sicótico en donde una idea delirante justifica y activa un impulso asesino, una vez consumado quedan en un estado de siniestra serenidad. Un caso célebre es el asesino de John Lennon quien le pide un autógrafo y horas después lo mata, a partir de ese momento queda “ido”. Son personas con antecedentes sicóticos claros. El efecto de copia produjo que en Toronto se usara, otra vez, un vehículo como instrumento mortal. Este sujeto intentó amenazar a la policía con un celular, buscaba ser acribillado. Formaba parte de un delirio compartido en la red conocido como “Incel”, abreviatura de “hombres involuntariamente célibes”. Este, es un grupo de seguidores de un manifiesto que dejó un asesino que en un arranque de odio mató a seis personas en California y se suicidó. Pueden leerlo como “Mi mundo retorcido. La historia de Elliot Rodger, escrita por Elliot Rodger”. Donde explica su odio hacia los hombres y mujeres que sí conseguían pareja sexual, tenía 22 años. Aquí en el Sur de la frontera los asesinatos no son eventos aislados, exóticos, sicóticos, de sujetos trastornados mentalmente o fanáticamente identificados con una causa. En nuestro medio, el asesinato por disparos a varias personas simultáneamente es fría y sicopáticamente calculado, no es algo que se presenta locamente en la cabeza de un solo individuo, es una conducta asesina en grupo. Un espantoso ejemplo de lo que sucede diariamente fue el secuestro, tortura y asesinato de tres estudiantes de cine. Muy surreal resulta ver los videos del rapero que disolvía los cuerpos en ácido, videos de buena manufactura que representan el canto del criminal lumpen, el sicario, el que se queja del mundo y declara que ha decidido mandar todo a volar. La decadencia, la pérdida de la civilidad y moral ha dejado de ser un reclamo de los viejos hacia el desenfreno de los jóvenes para ser una cruda realidad. Los cárteles dictan las modas y formas del sadismo, una epidemia entre muchos jóvenes sin oficio ni beneficio. Cinismo para ejecutar actos de extrema crueldad. Es la normalización del oficio de criminal, con especialidades como la que destapó el tristemente célebre “pozolero”. Una universidad del crimen donde hay especialistas en lavado de dinero, administración del crimen, sicario, halcón, jefe de banda, desaparición de cadáveres, torturador, descuartizador y otras tantas barbaridades que están extendidas por el territorio nacional. * El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana.
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