Sueños de plata
Con voz en off, sobre imágenes gráficas que ilustran lo que se describe, Lily (Odessa Young) advierte el contenido de la historia que está por comenzar, la cual incluye, armas, violencia, homofobia, misoginia, transfobia, y trata sobre cómo, el pequeño pueblo de Salem (micro muestra de Estados Unidos y obvia alegoría a la cacería de brujas de finales del siglo XVII), “perdió la puta cabeza”. Está ambiciosa y frenética introducción eleva exponencialmente las expectativas ante la cinta de Levinson, que a través de un collage de influencias cinematográficas resume, en menos de dos horas, el estado de histeria fácilmente inducida de la sociedad (no sólo norteamericana) actual. Lily, Bex (Hari Nef), Sarah (Suki Waterhouse) y Em (Abra) son un grupo de amigas adolescentes que navegan la preparatoria como una pandilla hiper-cool y ultra feminista que se mantiene unida formando una especie de coraza que las protege de las frustraciones y desilusiones generadas por la toxicidad del patriarcado a su alrededor. De forma sardónica, en voz de Lily, Levinson (que también escribió el guión), describe los males que aquejan a la sociedad moderna, tan rápida en aferrarse al primer chivo expiatorio que se le ofrezca, para descuartizarlo y así poder expiar sus colectivos (e individuales) demonios internos. El tsunami inicia cuando, a través de un hackeo que accede a todo el historial cibernético del conservador alcalde del pueblo (recalcitrante opositor de los derechos lgbt), sus verdaderas preferencias sexuales y travestismo de closet son revelados públicamente. Este evento crea una ominosa paranoia en todos los habitantes del pueblo que se preguntan si lo mismo podría sucederles y de ser así ¿cuáles serían las consecuencias? De entre los géneros que barajea Levinson en su acertada disección sobre el virulento poder de las redes sociales y el lugar que tiene la privacidad (o si es posible que ésta siga existiendo) en la sociedad actual, el terror pasa de ser algo externo hacia el interior de cada consciencia, que busca entre recuerdos, todos sus actos y/o pensamientos registrados en la red, por más inocentes que sean, ante el indescriptible pavor de que esta información sea revelada masivamente y utilizada en su contra. Cuando eso justamente sucede y los historiales de todos los habitantes de Salem son divulgados, la búsqueda de chivos expiatorios genera una turba, sanguinaria e imparable que proyecta todos sus deseos y miedos sobre enemigos (brujas) fabricados, a los cuales es indispensable arrasar para saciar su necesidad de sentirse superiores y poder “limpiar” sus vidas y consciencias. Esta inmersión en el id de la sociedad americana (y global) revela de manera didáctica y por demás gráfica la mentalidad de masa que apoya y ha elevado al poder a personajes como Trump y Bolsonaro, así como la degradación de la mente y la perdida de juicio, moral y ética, que ocurren en las muchedumbres enardecidas, que hoy son fácilmente creadas e inducidas para servir los fines de gobiernos y corporaciones, como una Fuenteovejuna telecomandada, y a la medida. Apoyándose en infinidad de referencias visuales, como la fotografía expresionista, que recuerda las imágenes de Dario Argento y el impecable plano secuencia, que plasma el momento de mayor tensión en la cinta, en perfecto homenaje a Brian de Palma; Levinson fabrica un brutal y absorbente viaje para llevarnos frente al espejo, y poner ante nuestros ojos, la precipitada erosión y la abismal obscuridad de nuestra civilización.
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