Sueños de plata
Con la adaptación del cuento corto de Neil Gaiman, “Cómo hablar con chicas en las fiestas” (previamente adaptado a cómic por Fábio Moon y Gabriel Bá), vuelve a la pantalla grande John Cameron Mitchell, actor, escritor y director de la obra musical (y su versión cinematográfica del 2001) “Hedwig and the Angry Inch”. Una noche en el suburbio londinense de Croydon, en el año de 1977, Enn (Alex Sharp) y sus amigos (punks en ciernes), buscan lo que todo adolescente ansía encontrar, algo de sexo. Durante su paseo nocturno se topan con una casa de donde emana música intrigantemente extraña y original. En su interior se encuentran con lo que parece ser una singular fiesta repleta de estrambóticos personajes. Los amigos se separan, seducidos por deslumbrantes chicas, ataviadas en extravagantes atuendos de látex multicolor, que los invitan a descubrir un novedoso mundo. Enn, sorprendido por todo lo que ve a su alrededor, tímidamente inicia una conversación con Zan (Elle Fanning), una de las chicas de la casa. Después de un breve intercambio, Zan le pide a Enn que le enseñe lo que es el punk. Es en este punto que la adaptación de John Cameron Mitchell se separa completamente de la fuente, utilizando al punk, y todo lo que este en algún momento representó, como el único antídoto contra una cultura conformista y monárquica que sigue reglas sin cuestionamiento alguno. Con una fotografía aparentemente austera y primitiva que recuerda tanto al cine de Mike Leigh como, en sus torpes movimientos de cámara, al de Paul Morrissey/Andy Warhol y John Waters, Mitchell traduce la “estética” punk al cine, capturando a la perfección el espíritu del movimiento y su época para contar una historia más de amantes desventurados, al estilo de Romeo y Julieta. El encuentro con Enn lleva a Zan a cuestionar el status quo de su comunidad, confrontando a sus maestros/progenitores dentro de la casa. “Nos comportamos más como turistas que como viajeros. Solo observamos y consumimos”. En su metáfora sobre la libertad e individualidad, Cameron Mitchell equipara el pensamiento separatista/nacionalista con el de una cultura extraterrestre preocupada por mantener su pureza y evitar la contaminación con los “otros” a toda costa. Paradójicamente, esta misma sociedad ha encontrado en su forma de vida endógama y canibalista, la única manera de mantener un control poblacional perfecto, que evita el apocalíptico fin de la especie hacia el cual la humanidad se dirige vertiginosamente. La energía de la juventud, tan necesaria en estos tiempos, es sintetizada por Mitchell en un idealizado espíritu punk, enfocado en alterar a la sociedad, cuestionando y sospechando de la autoridad. Un punk que irrumpe para mejorar las cosas y lo hace de una forma creativa a través del arte y el sentido del humor. A pesar de no ser totalmente fiel al texto de Neil Gaiman, Mitchell le rinde homenaje al escritor en una conclusión que le da la vuelta entera al ciclo creativo y al viaje del relato original, en un dulce comentario metatextual. Como en sus anteriores trabajos (Hedwig, Shortbus), el llamado de Mitchell es a cuestionar todas las ideas y los sistemas preestablecidos, tanto sociales como sexuales, desafiar la sabiduría transmitida y sobre todo a la autoridad. “El hecho de que las cosas siempre hayan sido de cierta manera no significa que tengan que ser así”. El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.
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