Sueños de plata
Dir. Anthony Russo & Joe RussoDiez años han pasado desde que el Hombre de Hierro (2008) un personaje considerado secundario (a pesar de más de 40 años de existencia no era conocido por el público masivo), no solo resucitara la carrera de Robert Downey Jr., sino que, fuera la chispa de ignición de Marvel Studios y su interminable saga de héroes y villanos. Dieciocho películas después, los hermanos Russo presentan lo que se ha llamado la culminación de la narrativa del universo cinematográfico de Marvel, hasta el momento. La realidad, evidentemente, es otra. La, mejor llamada, Guerra Infinita, no es más que un comercial más de las películas que vendrán durante los próximos años, dentro del interminable culebrón, que, como en el caso de los cómics que lo inspiran, muy seguramente continuará hasta después de que todos hayamos muerto. La cinta comienza in media res, y es que con dos horas y media de duración resulta indispensable obviar elementos en la trama. Este prólogo destruye en un par de minutos el final “feliz” de Thor Ragnarok, para poner en marcha el nuevo Apocalipsis (quizá el décimo en la serie) que los héroes tratarán de evitar. Con más de una veintena de personajes “principales” con que lidiar, además del simplificado objetivo de Thanos, (obtener las seis gemas del infinito para tener poder absoluto y acabar con la mitad de la población del universo para lograr su equilibrio), los guionistas Christopher Marcus y Stephen McFeely hacen lo esperado dentro de la marca Marvel, intercalar chistes sosos en medio de momentos de tensión y/o tragedia. Ni la comedia funciona, ni los momentos trágicos tienen peso alguno. A estas alturas ya hemos visto todo esto demasiadas veces y es evidente que nada de lo que pueda suceder será permanente o irreversible. Agregando a la ecuación el hecho de que la coreografía de secuencias de acción no es en realidad el fuerte de los Russo, ninguna de las batallas evoca gran emoción. El constante uso de la “shaky cam” (cámara movida) durante las peleas, es simplemente un molesto distractor. Su intento de recrear la sensación épica de “El Señor de los Anillos”, en una secuencia que parece, más que otra cosa, un plagio vil, es decepcionante. Más allá de crear al primer villano de Marvel (Thanos) con una motivación aterradoramente lógica, que hace eco del pensamiento Nazi; el logro de los Russo, y su momentánea “conclusión”, a diez años de puñetazos diseñados por computadora, es convertir al cine en televisión. Desde los 50, cuando inició la batalla entre los dos medios, el cine ha luchado por mantener la supremacía (y preferencia del espectador) sobre la pantalla chica. Con la ubicuidad de dispositivos y de servicios de televisión que entregan al público entretenimiento instantáneo y (sobretodo) serializado, la respuesta del cine comercial ha sido crear películas que son simplemente episodios dentro de una interminable serie que (como las “soap operas” americanas) sobrevivirán a su público. Así, sin haber visto, o por lo menos tener una noción básica de las 18 películas que la anteceden, la Guerra del Infinito no tiene sentido alguno, dejando así de ser cine para convertirse en un largo comercial de otra marca más bajo la sombra del ratón (Disney). Bienvenidos a la telenovela infinita. No olvide comprar sus figuritas conmemorativas a la salida (una en cada super combo). El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.
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