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Quietud en movimiento

En estos tiempos políticos sumamente intensos, vale la pena detenerse un momento para recordar a aquella generación estudiantil de 1968 que tomó las calles de grandes ciudades del mundo, como París, Washington, D.C., Tokio e inclusive nuestra Ciudad de México. Una generación de jóvenes idealistas, movidos por una inconformidad y un repudio profundo hacia el statu quo, decidieron hacerse escuchar por medio de la plaza pública, la música, el cine, la literatura y el arte. Hartos de las promesas incumplidas, el autoritarismo, el imperialismo, el racismo, la falta de oportunidades y demás afrentas perpetradas por una clase política rancia, los universitarios decidieron tomar el destino en sus manos. Distintos fueron los resultados de estas movilizaciones en cada país. El Civil Rights Movement en Estados Unidos logró la igualdad de los afroamericanos frente a la ley, su derecho al voto y una oposición frontal a la Guerra de Vietnam. Los Soixante-huitards en Francia lograron importantes avances en materia de derechos laborales como aumentos al salario mínimo, la sindicalización de trabajadores y reformas a su sistema universitario. En México, un verano de protestas en contra de décadas de gobiernos priistas autoritarios y antidemocráticos, culminó el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. La masacre de Tlatelolco fue un parteaguas en la historia de México. Tanto miedo le tenía el gobierno mexicano a la revolución de ideas de miles de jóvenes movilizados que tuvo que recurrir al exterminio. Dicen que matar a una persona es fácil, lo verdaderamente difícil es matar un ideal, una motivación o un sueño. Actualmente, son precisamente esos ideales, motivaciones y sueños de aquellos estudiantes de hace medio siglo que debemos redescubrir para hacer de la generación del 2018 una que lucha por vivir en un mejor país para todos. Hoy más que nunca, en un país donde jóvenes desaparecen, abandonan sus estudios por falta de apoyo económico, se unen al crimen organizado para poder sobrevivir y tienen que huir a otro país en búsqueda de mejores oportunidades, es nuestra obligación hacernos escuchar y participar en la vida política de nuestras comunidades. En años recientes, han surgido movimientos como los de #YoSoy132, #TodosSomosAyotzinapa o #NoSonTresSomosTodxs que rememoran aquel 1968 pero no logran pasar de la plaza pública a la acción política. El proceso electoral de 2018 es nuestra gran oportunidad. Los adversarios a vencer en este momento histórico y político son la indiferencia y la corrupción. Ambos problemas subsisten porque se los hemos permitido. Los jóvenes representamos más del 30% de la población en este país. Solamente una juventud activa, organizada y pacífica puede lograr los grandes cambios que México necesita. *El autor es abogado egresado de la Universidad Panamericana.

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