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Necropsia urbana

En opinión del maestro en Derecho Electoral José Antonio Sordo Iñiguez, después del fenómeno electoral, los resultados inéditos derivaron en una nueva, avasallante y casi absoluta configuración política e ideológica mayoritaria para el partido Morena, que ganó holgadamente la Presidencia de la Republica, pero también ambas cámaras en el Congreso de la Unión y se vislumbra que el mismo fenómeno permeé en las próximas elecciones locales. A tal fenómeno se le ha denominado Tsunami AMLO (ola gigantesca producida por un maremoto o erupción volcánica en el fondo del mar, RAE). Dicha alegoría política trata de retratar un fenómeno sociopolítico electoral que tuvo lugar en la elección Presidencial 2018-2024 y el renovación del Congreso de la Unión, pero ¿eso es bueno? El artículo 39 Constitucional establece: “Todo poder público dimana (surge) del Pueblo y se instituye para beneficio de éste”. Así sin importar quien haya ganado, deberíamos estar tranquilos, dado que el eje de bondad está asegurado. Mas, ¿es bueno que un partido además del Poder Ejecutivo tenga control fáctico y político del Congreso de la Unión (“Poder Legislativo”), y que eventualmente tenga control sobre la mayoría de las legislaturas de los estados y la Ciudad de México “control sobre las reformas constitucionales”? La respuesta es simple: No, no es bueno… Charles-Louis de Secondat, Montesquieu, padre de la Ilustración, sostuvo que no era sano que los poderes recayeran en una misma persona o institución y señalo esos riesgos en su obra “El espíritu de las leyes”, donde sostiene: “Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo, ya sea de los nobles o del pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares”. Por su parte, el artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano establece: “Toda la sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada ni la separación de poderes establecida, no tiene Constitución". En ese orden de ideas, un tsunami, en términos científicos, sea político o natural, no trae aparejado necesariamente bienestar, si después de un baño de democracia cuantitativa, no se garantiza la división del supremo poder de la Federación, ya que contraviene el Artículo 49 de la Constitución, que señala que éste debe estar dividido, y no depositado en una sola persona o corporación, ni el Legislativo en un solo individuo… Ojala que el nuevo titular del Ejecutivo y su partido garanticen los pesos y contrapesos naturales y aquellos aceptados por las ciencias políticas, y que garantice poderes equilibrados, pero sobre todo un gobierno constitucional y legítimo. Que garantice el progreso, desarrollo económico y social, alejado de abusos de poder y corrupción, tal y como nos fue prometido… Desde aquí mis mejores deseos, esperando que la presente reflexión sea útil y no se confunda con algún ánimo ajeno a la más sana y bien intencionada crítica. * El autor es presidente de la Comisión de Difusión del Instituto de Investigación Jurídica de la Universidad de la Californias Internacional.

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