Mirador
Se habla de Napoleón, de Aníbal, de Alejandro. Yo hablo de aquel mayordomo inglés, anónimo, a quien conoció Somerset Maugham en un navío que llevaba a Inglaterra a ciudadanos británicos sorprendidos por la Segunda Guerra en territorios ocupados por el Eje. Pese a los inconvenientes del viaje –el navío era un buque de carga, y los pasajeros debían comer y dormir en el suelo–el mayordomo no dejaba de cumplir sus funciones con su ama, una estirada lady. Cierta tarde un submarino alemán lanzó torpedos al barco, que a su vez respondió con cargas de profundidad. El estallido de las bombas sacudía el barco; todo era pánico, gritos y carreras. El mayordomo se acercó a la señora, y con una reverencia le preguntó impávido: –¿Desea milady tomar ahora su té, o prefiere esperar a que termine toda esta confusión? En medio del peligro aquel hombre conservaba no sólo la serenidad sino también el apego a las formas, y cumplía igual que siempre su deber. Para mí es un héroe de la misma talla que Aníbal, Alejandro o Napoleón. Y aún más grande. ¡Hasta mañana!....
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