Mar de Fondo
Ninguno de estos partidos quiere plantearse la pregunta en serio pero es la que se deriva de los resultados electorales del 1 de julio pasado, que colocaron a estos partidos en un lugar casi marginal en cuanto a escaños y gobiernos ganados. La lectura más común que se hace al interior de estos organismos y en otros sectores es que, como en todas las elecciones, a veces se gana y a veces se pierde. Pero esta vez no parece que estemos frente a una elección con esas características. Esta vez los electores, o el grueso de los electores, reprobaron en las urnas a la vieja clase política y a sus partidos más representativos como son el PRI, el PAN y el PRD y votaron por una opción personal encarnada por Andrés Manuel López Obrador, aunque formalmente sufragaron por Morena. El mensaje es muy claro: votaron por expulsar a la clase política de los puestos de gobierno para colocar en su lugar un nuevo liderazgo o una nueva forma de gobernar. Esto quiere decir que no va a ser fácil el retorno de los viejos partidos y algunos hasta pueden desaparecer de la escena, como puede ser el caso del PRI y del PRD. Quizás el tricolor pueda subsistir en algunos estados o regiones, donde aún mantiene el gobierno, pero en otras no podrá sostenerse como parece ser el caso de Baja California. La razón es muy simple: la derrota profundiza las fracturas al interior del partido y hace más difícil construir acuerdos. Otros dos factores que afectarán severamente tanto al PRI como al PAN en su proceso de recuperación es que la pérdida de escaños y de votos hará que disminuyan sus recursos económicos, a lo que se agregará el recorte del 50 por ciento propuesto por López Obrador en el financiamiento de los partidos. Sin dinero y sin otras fuentes de financiamiento será difícil poder sobrevivir. Pero hay otro factor incluso más o igual de importante: el desprestigio político que cargan en este momento, lo que hará que no puedan retornar a la escena electoral tan fácilmente, sobre todo después de hacer algunos cambios superficiales o diciendo que ya asimilaron sus errores. El desprestigio de los partidos no es algo que va a desaparecer de la noche a la mañana, por lo que un partido derrotado no podrá ganar una elección en lo inmediato o dentro de un buen tiempo. En algunos casos, como el del PAN en Baja California, hay un grupo o una corriente política al interior del partido que busca aprovechar la derrota electoral para desplazar a otro que ha mantenido el control de esa organización, como ha sido el gobernador Kiko Vega. Sin embargo, con todo y que lo lograra, eso no garantizaría que estuviera en condiciones de competir y disputar el gobierno en 2019, precisamente por el desprestigio que ha alcanzado ese partido en la entidad. Es decir, los partidos en algunos casos pueden cambiar de nombre, cambiar a sus dirigentes y tratar de reorganizarse de otra manera para intentar salir del bache electoral en el que están ahora, pero si no cambian las cosas de fondo, si no van a la raíz de los problemas, si no revisan su concepción y la visión con la que han venido actuando desde hace años como partidos políticos, no van a ir a ningún lado o no llegarán muy lejos. Es el problema en el que están tanto el PRI como el PAN pero también otros partidos políticos. Quizás estamos entrando a un proceso en el que la misma figura y concepción de partido tendría que replantearse a nivel general, especialmente a partir de la nueva hegemonía de Morena, que hasta ahora no se sabe cómo será ejercida. Pero este simple hecho trastocará y remodelará el perfil y la figura de los partidos en el futuro. Para que haya un cambio real en los partidos hoy derrotados, tendrían que empezar por una profunda autocritica, tanto de la forma cómo han actuado como partidos como en la que han gobernado. Tanto el PRI como en PAN tienen que aceptan que, desde ambas aristas, han fracasado rotundamente. Y no creo que lo vayan a aceptar rápidamente. Todo este escenario hace casi imposible que algunos partidos subsistan o puedan competir con alguna ventaja en las próximas elecciones locales como la de Baja California en 2019. Eso deja, desgraciadamente, el campo abierto para Morena, que se moverá sin contrapesos y sin fuerzas de oposición. Pero esto puede dar lugar a una paradoja: lo que hoy puede ser una clara ventaja puede, a su vez, propiciar muchos errores que pueden ir desde la selección de sus candidatos hasta la de estar repitiendo, ya desde ahora, los yerros de los viejos partidos que fueron reprobados por los electores el pasado 1 de julio. La imposición de candidatos por la cúpula del partido, venga del partido que venga, no le gusta a la gente, incluso a los que votaron por Morena. El mensaje de las urnas está ahí para quien quiera entenderlo. El autor es analista político
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