Mar de Fondo
Desde que Margarita Zavala decidió lanzarse como candidata presidencial independiente no quedaron muy claras las razones por las que lo hacía. La sospecha era que detrás de esa decisión se asomaba más bien el interés no sólo de ella sino también del grupo calderonista por competir con Ricardo Anaya, quien finalmente había sido el autor principal de la exclusión y el bloqueo a su candidatura al interior del PAN. Cuando Zavala renuncia al partido, los calderonistas creyeron que ella podía enfrentarse a Anaya con relativa facilidad, dados los porcentajes de preferencias electorales que algunas encuestas le daban en ese momento. Y si no le ganaba, por lo menos le arrebataría votos que le impidieran triunfar. Era tal el resentimiento y el encono con Anaya que se convirtió en el caldo de cultivo de donde nació su candidatura por la vía independiente. Pero el tiempo y las dificultades, primero para conseguir las firmas y luego durante estos días de campaña, le fueron indicando que su candidatura era inviable y sin ninguna posibilidad de remontar. Pero no sólo por las mismas restricciones impuestas a los independientes, por la falta de recursos o la falta de una estructura electoral, sino también porque su candidatura se extravió y no prendió entre los electores, como se creía que iba a suceder. Un problema fundamental que tuvo Zavala para despertar la simpatía entre ciertos grupos del electorado fue el no poder desligar varias de sus propuestas, y visiones políticas, de las políticas y estrategias que Felipe Calderón adoptó durante su gobierno. Margarita dedicó buena parte de su campaña a defender esas políticas que, se niegue o no, significaron mayor violencia para el país. Fue y ha sido su mayor error político en su campaña electoral. Después vino el primer debate entre los candidatos presidenciales en el que Margarita podía haber destacado como candidata independiente, con sus propuestas y con una agenda novedosa en la contaminada vida política mexicana, como lo intenta decir ahora, Pero nada de eso sucedió. Margarita no supo o no pudo enfrentar el reto y quedó como una candidata marginal y con todos los factores en contra. Es evidente que a medida que la elección se ha ido polarizando entre dos opciones, aunque en rigor sólo hay un candidato puntero sin rivales fuertes, las presiones hacia los rezagados han aumentado, ya sea de los grupos que están apoyando con financiamiento así como del candidato que está en el segundo lugar, buscando que algunos candidatos declinen o se sumen para definir un bloque en contra de López Obrador. Margarita declina sin definirse por un candidato en particular, lo cual es meritorio en estos tiempos de arribismo y oportunismo político. Pero también, en esa decisión está de manera implícita la idea de no hacer el juego a un posible triunfo de López Obrador, dejando que sus simpatizantes o seguidores definan por sí mismos la orientación de su voto. Esto quiere decir que no obstante que todas las razones anteriores han tenido un peso en esta decisión, todo parece indicar que lo que más ha sido decisivo en el abandono de la candidatura por parte de Margarita es la ya casi irreversible tendencia y posibilidad de que AMLO gane la presidencia. La única forma de no ser asociada a ese triunfo, directa o indirectamente es, por supuesto, renunciar a su candidatura. Sin embargo, su renuncia no va a alterar en nada las actuales tendencias electorales. Es muy posible que sus simpatizantes o aquellos electores que pensaban votar por ella, ahora se distribuyan entre Anaya y Meade e incluso entre el mismo AMLO, pero sin cambiar significativamente sus actuales puntajes, justamente por el reducido universo de simpatizantes que logró aglutinar Margarita. Hay algunas voces que de manera jubilosa celebran que Margarita haya renunciado y que ahora “esté de regreso” como una política que puede ser una opción en el futuro inmediato. O algo así. Pero más bien, lo que este grupo al que pertenece ella está pensando o tratando de hacer es organizar y construir un movimiento de fuerzas conservadoras que se opongan al posible gobierno de AMLO. Porque eso es más bien lo que va a suceder, como resultado de la ruptura del PAN y de la crisis que vendrá si no gana la presidencia. Los calderonistas tratarán de construir otra opción política, diferente pero al mismo tiempo igual al blanquiazul, para seguir vertebrando el pensamiento de la derecha en México. Es parte de los cambios que veremos en los siguientes años. Por lo pronto, ya sólo quedan cuatro. *El autor es analista político
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