El mundo me da vueltas
Parecería, pero no hablo de religión. Me considero librepensador y, sin duda, los dogmas religiosos no fueron hechos para mí, así que no me refiero a la “condena” de la religión, primordialmente que “provienen” de la Biblia o cuando menos la versión que más les guste de ella. Mi referencia es que después de observar el desarrollo de la campaña presidencial en general y del debate que tuvimos en Tijuana, considero que estamos condenados en esta elección a decidir por el menos peor, no al mejor candidato/partido. El que es muy bueno como persona, tiene muy mala marca que lo respalda. El que proviene de una institución que tenía buenos valores para muchos es un traidor en su instituto político y por lo tanto en su vida pública (que es la que debe importarnos). El que podría haber sido un buen gobernador, ahora es el bufón de la contienda. El que es el más probable ganador y cuenta con la esperanza de la gente, está rodeado de muchos malos personajes y peores seguidores. No tenemos, verdaderamente, de dónde escoger. Soy producto del esfuerzo personal y de mi familia por sacarnos adelante. Estudié toda mi vida en escuelas públicas y ahora en mi faceta de emprendedor y “opinador”, me siento desilusionado como ciudadano por lo que todos, hombres y mujeres nacidos en México, hemos hecho (o peor aún, hemos dejado de hacer) para llegar al nivel en que nos encontramos. No soy de los que cree que todo está mal porque veo a mis connacionales esforzarse por salir adelante día a día, pero, aunque soy un optimista empedernido, ahora sí colmaron mi paciencia. Es absolutamente patético escuchar a los seguidores de los diferentes candidatos (y a sus coordinadores) vanagloriarse por la mediocridad de los mismos, tanto en la campaña como en los debates, porque se han convertido en un charco profundo de lodo y podredumbre, donde se acusan entre ellos de tantos delitos, que creo que todos deberían estar en la cárcel y no en una contienda para dirigir el país. Están todos “jugando” a la campaña negra como si alguien pudiera aventar la piedra sin culpa. Y lo peor de todo, es que los ciudadanos estamos en el medio viendo cómo se denigran entre sí y el encono nacional sube de nivel. Qué pena por nuestro país. Reconozco que entre todos lo hemos llevado hasta aquí, pero cada elección mínimo hemos renovado la esperanza por salir del hoyo, pero no, aquí seguimos. Y parecería que aquí seguiremos. Precisamente me comentaban varios indecisos que después del debate presidencial, ven la opción de anular su voto o, de plano, no ir a votar. O como me dijo una señora en un programa de radio en el que participo: “Tengo 85 años y las cosas siguen igual ¿qué vamos a hacer?”. Creo firmemente que ganará el Sr. López Obrador (el pueblo lo quiere y es bastante obvio que trae las preferencias nacionales), pero ese no es el problema y mucho la condena a la que me refiero (incluso podría ser hasta un buen Presidente). La bronca que se nos viene es el nivel de confrontación en el que estamos y que no veo cómo, después de este lodazal llamado elecciones, vamos a limpiar. Quien gane, sea él o cualquier otro, tiene ante sí una gran tarea que deberíamos ir visualizando y ver cómo afrontarla con madurez. El país solo saldrá adelante con la participación de todos, estemos donde estemos y hayamos votado o no. Solo espero sabiduría e inteligencia, aunque sea lo que tanto hace falta en esta contienda. * El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.
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