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Dueñez empresaria

El aprendizaje organizacional es todavía lento en nuestros procesos más relevantes. El crecimiento empresarial hoy depende más de la habilidad para administrar oportunidades (AO) que de la capacidad para administrar recursos (AR). Las organizaciones están aprendiendo a dedicar cada vez más energía directiva en procesos de manejo de oportunidades, que son aquellos dedicados a la creación, análisis, evaluación, impulso y abandono de las mismas. Sin embargo, la AR todavía demanda mucho esfuerzo y tiempo de los directivos, quienes, envueltos en la operación cotidiana, descuidan con frecuencia el manejo de oportunidades. Son famosos los sistemas integrales de AR: planeación estratégica, calidad total, justo a tiempo; sistemas contables, presupuestales y de costos; sistemas de planeación y control de operaciones y muchos más. En cambio, hay pocas herramientas de gestión enfocadas a la AO; es una disciplina naciente. Así como en la AR, también existe un proceso administrativo que puede ordenar los sistemas de gestión de oportunidades; nace con la generación de las mismas, continúa con su estudio y evaluación, y termina con el impulso de las elegidas y el abandono de las pospuestas o declinadas. Necesitamos crear el utillaje apropiado y efectivo para hacer eficiente este proceso. La AR es racional, sistemática y compartida. La AO suele ser intuitiva, improvisada y solitaria. Racional vs. intuitiva. Los sistemas de AR cuentan con diversidad de soportes, como principios, modelos y herramientas, que por su continuado uso han desarrollado disciplinas que pueden estudiarse, compartirse y transmitirse por medio de libros, cursos, expertos. Los criterios de AO todavía dependen más de la prudencia y la vivencia personal. Sistemática vs. improvisada. Las compañías globalizadas tienen mecanismos bien instituidos de planeación y control de las operaciones en todas sus áreas. Se fijan metas, se establecen estándares, se monitorea el avance, se controlan los resultados. Los esquemas de AO no son tan institucionales ni ordenados, sino más bien espontáneos y poco previsores. Las decisiones discontinuas comunes en la AO surgen sin avisar, muchas veces como fruto de la inspiración, de viajes u ocurrencias geniales. Es difícil optimizar procesos tan informales. No se trata de quitar la intuición, la espontaneidad o la creatividad; pero sí es necesario instaurar las herramientas específicas, y no estar a la espera de la propuesta original e innovadora, que no se sabe cuándo surgirá. Compartida vs. solitaria. La AR se lleva a cabo a través de relaciones de interdependencia. El trabajo en equipo suple al quehacer individual aislado, y la sinergia se logra en la medida en que las organizaciones adquieren mejores hábitos de integración, coordinación y comunicación entre sus miembros. La mayor parte de las decisiones de AO todavía se realiza de manera solitaria. Los empresarios generalmente enfrentan solos los desafíos de la obsolescencia e irrelevancia de sus fórmulas de negocio, de propiedad y de gobierno. En este terreno la riqueza del trabajo en equipo debe conocerse mejor. No pretendo desestimar la importancia de la AR. Hoy todo negocio tiene que ser más eficiente si quiere sobrevivir en el proceso global. Tampoco quiero ser ingenuo y soslayar el peso que ha cobrado la AO y las graves consecuencias de su descuido. De poco sirve optimizar nuestros niveles de eficiencia operativa si nos movemos en canchas infecundas y en mercados infértiles, con productos desenfocados, ofertas irrelevantes y tecnologías obsoletas. Hay que buscar la excelencia en el servicio, en la máxima productividad, en la óptima calidad; éstos son los propósitos de la AR. Pero no podemos dejar de asegurar la creación de las mejores oportunidades, la realización de nuestra mejor jugada en nuestro aquí y ahora; éstos son los propósitos de la AO. La AR proviene del pasado. La AO se dirige hacia el futuro. Mejoremos nuestros procesos de AR, es algo primordial. Y dediquemos también una creciente energía organizativa al aprendizaje de nuestros procesos de AO, es cuestión de vida o muerte. ** El autor es Presidente y Socio Fundador de Cedem.

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