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Casillero

“La desigualdad es el origen de todos los movimientos locales”. Leonardo Da Vinci En alguna ocasión le preguntaron a Bill Gates por qué no donaba toda su fortuna para aliviar la pobreza mundial, a lo que contestó el magnate que si lograra unir la riqueza de los 100 hombres más acaudalados del mundo y la repartiera entre la humanidad durante la mañana de hoy, por la tarde del mismo día ya habría nuevamente ricos y pobres. Esta anécdota retrata de cuerpo entero que por encima de la falta de recursos, está la manera como cada quien administra sus bienes y mientras unos logran invertirlos y producir, otros deciden transformarlos en fiesta y derroche, y al final el resultado es nuevamente la desigualdad, sin embargo, hay algunas cifras que nos hablan de la gravedad del problema. Según el organismo mundial Oxfam, que actualmente trabaja en 41 países alrededor del mundo en temas de ayuda social, en el 2016 el 1% de la población mundial había acumulado más riqueza que el otro 99%, asegurando que una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de personas viven con menos de 1.25 dólares al día. En los últimos años se ha agrandado la brecha que separa a ricos y pobres, pues resulta que 7 de cada 10 personas viven en un país donde la desigualdad entre pobres y ricos es mayor ahora que hace 30 años. Peor aún, según cálculos de Oxfam, la fortuna de las 85 personas más ricas del mundo equivale a la riqueza de la mitad más pobre de la humanidad (unos 3 mil 500 millones de personas). Además de que esas fortunas aumentaron considerablemente por encima del 14% al año, que equivale a 244 mil millones de dólares, a pesar de los vaivenes económicos. ¡Además de que un tercio de las personas más ricas del planeta no obtuvo su fortuna trabajando, sino que la heredó! Estos datos traen a mi mente lo expresado por el economista francés Thomas Piketty, quien ha propuesto elevar los impuestos a los más ricos para reducir la desigualdad, argumentando en su libro "El Capital en el siglo XXI", que hoy en día muchos capitales crecen a porcentajes entre el 15 y el 20% pero solo en el mercado especulativo, sin generar un solo empleo, cuestión que en nada abona al crecimiento de las economías mundiales y que en vez de repartir riqueza, solo la concentra en unas cuantas manos con los consabidos riesgos monopolísticos, además de que estas grandes desigualdades están vinculadas a un aumento de los delitos violentos y disturbios sociales, colocando a América Latina como la región más desigual y más peligrosa del mundo. Por donde se vea, es urgente trabajar para erradicar esa gran disparidad que amenaza con generar mayor pobreza en el mundo. La riqueza especulativa no ayuda a paliar la miseria y los gobiernos tienen que fomentar las inversiones en infraestructura y no especulativas, pues esas no generan empleos ni distribuyen riqueza. El autor es asesor empresarial en cabildeo.

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