Bacatete
Finalmente han concluido las campañas políticas y los mexicanos tuvimos una gran jornada electoral donde hay un nuevo Presidente electo. Después de esas largas jornadas electorales, donde prevaleció la guerra sucia, descalificaciones y hasta demandas legales, se preveía un final que podría judicializarse. No obstante y por fortuna para todos, el resultado fue por demás claro y el triunfo de Morena contundente, lo que llevó a que los demás contendientes a la Presidencia reconocieran con anticipación a las declaraciones del presidente del INE, que el resultado no les favorecía. Esto legitimaba y daba confianza al proceso. Definitivamente las campañas de miedo, que tanto se promovieron hasta el mismo día de la elección invitando a no votar por AMLO porque era un “peligro para México”, no fueron suficientes para amedrentar a los electores, fue más el hartazgo y enojo de la población que dio su apoyo a esa nueva opción que representa AMLO y Morena, independientemente de los candidatos, muchos de ellos desconocidos, que ahora han alcanzado una curul en el Senado o en la Cámara de Diputados, favorecidos por la inercia y simpatías que despertó AMLO. Su triunfo era de esperarse, porque así lo mencionaban las encuestas y la opinión ciudadana. Si bien se esperaba el triunfo, mas nunca imaginamos que fuera tan contundente y de carro completo, ganando en la gran mayoría de los estados de la República y llevándose mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores. Definitivamente AMLO supo entender el hartazgo de la gente y ha sabido identificarse y conectar con gran parte población, además de su perseverancia, lo que fue clave en su triunfo. El hartazgo de la población venció a las campañas de miedo instrumentadas por los partidos políticos adversarios al proyecto de renovación propuesto por AMLO. Este ejercicio deja buenas lecturas a los ciudadanos y a los políticos. Una de ellas es que aún es posible lograr en nuestro país el avance democrático mediante la lucha electoral. Otra lectura es que los partidos se han apoderado del país y sus recursos, y no para uso del bien común. Definitivamente, hemos tenido un gran avance, ahora falta que este nuevo gobierno que encabeza el presidente electo, pueda dar curso a todas esas acciones que permitan que nuestra economía se vea fortalecida, se combata la pobreza y la marginación. Y que esos millones de mexicanos que crearon la esperanza de que su situación realmente cambie, sus expectativas se vean cumplidas. Los ciudadanos mexicanos, que hemos luchado por abrir esos espacios de participación democrática, aunque por diferentes vías a los partidos políticos, vemos una buena oportunidad de que las cosas cambien y es importante que todos nos sumemos (independientemente de la preferencia electoral) en apoyo a este gran esfuerzo. Que seamos coadyuvantes de esta gran tarea de transformación del país y que iniciemos la lucha por el cambio verdadero, donde los recursos públicos se utilicen para la promoción del desarrollo y no para la formación de fortunas personales. Sé que son muchas las tareas que se tienen que cumplir, y dedicaré un par de mis siguientes participaciones para enunciar lo que desde mi perspectiva debemos de ir cambiando. Adelanto, es importante una Reforma Política que disminuya el número de partidos y abra los espacios a los ciudadanos. Eliminar o reducir los recursos a los partidos políticos así como los tiempos de campañas. Que se instaure una segunda vuelta, para evitar gobiernos tan divididos que puedan gobernar con el 15 % de votos ciudadanos. Termino con una reflexión, que justo escribiendo esta nota me envía un gran amigo Felipe Pavlovich, y considero muy apropiada para el momento que estamos viviendo: “Desear que fracase el nuevo gobierno es como desear que le de infarto al piloto del avión en el que estamos viajando con nuestra familia” Démosle la vuelta a la página. El virtual presidente electo ha tenido un buen inicio, los mercados están estables y los pronósticos de los promotores de la campaña del miedo no se asoman, cerrémosles el paso para que no se asomen. * El autor es economista de profesión, fue presidente del Colegio Estatal de Economistas y vicepresidente del Colegio Nacional de Economistas.
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