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Águilas y serpientes

Ahora que se ha dado un vuelco considerable en la política mexicana, de entre los que no acaban de entender están los que caprichuda e hipócritamente se están rasgando las vestiduras por todo lo que hace o deja de hacer el gobierno que está en gestión y que aún no ocupa el poder. Esto de rasgarse las vestiduras se aplica a los casos en que alguien demuestra con evidencia su dolor, malestar, rabia o indignación. Desde luego, con mucho “espectáculo” y muchas veces con mucha hipocresía. Puede creerse que se trata de una práctica exclusiva de gente pudiente, que posee ropa suficiente como para darse el lujo de romperla en un momento de ira, pero no es así. Era la actitud que asumían los miembros de antiguos pueblos, en especial señalados en la Biblia, cuando eran víctimas de desgracias. En algunos casos, también se complementaba la acción con autoflagelaciones, que es lo que sí deberían aplicarse algunos hoy, para ver si así entienden. En los libros de historia nos señalan a estos “rasgadores” como los fariseos, que fueron calificados como sepulcros blanqueados, en lo que es el máximo ejemplo de la hipocresía, la falsedad y la mentira. Y esto queda como anillo al dedo a esa actitud que podría aplicarse a mucha gente que se desgarran las vestiduras al hablar de la corrupción y errores de otros, sin reparar en los propios. Los que hoy se rasgan las vestiduras, no es tanto porque les preocupen los resultados que dará el nuevo gobierno, es por cuestiones emocionales y de orgullo, al ver que sus amigos, ideologías y comportamiento, fueron feamente rechazados con los votos en las urnas. Me cae mal ver a tanta gente rasgándose las vestiduras por el tema de los ajustes y cambios que está dando el presidente electo, con el fin de ajustar las cosas más a la realidad de México. Antes no les gustaba algo y lo criticaban. Ahora que rectifica, también les molesta porque no cumple. De ahí que aseguro que todo es meramente emocional. Querámoslo o no, la clase política es el reflejo fiel de lo que somos como sociedad. Todos en algún momento hemos pecado en alguna forma y hemos sido cómplices de mucha gente que ha estado en el poder. ¿Entonces porque se espantan cuando hablan de los pecados del vecino?, ¿por qué se asustan al ver brincar a políticos de un puesto a otro, cuando los de sus partidos lo han hecho siempre? Infortunadamente, en México, casi casi se puede afirmar que la corrupción somos todos, por lo que “tirarle” a los políticos de enfrente es un acto de doble moral. Si “todo” está mal (comenzamos mal con la exageración), antes de criticar, señalemos lo que hemos hecho nosotros para corregirlo. La idea es que todo lo malo se corrija, y no porque hoy no está en el poder quien nosotros queríamos, no vamos a hacer nada al respecto. Hagamos nuestra parte y apostemos a que todo vaya bien. * El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.

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