Águilas y serpientes
“Los empleos públicos pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos” Simón Bolívar A pesar del apabullante triunfo del “cambio” el 1 de julio, por algunos de los precandidatos que veo que se están apuntando para las elecciones del año que entra, todo indica que tal vez seguiremos escogiendo, si no por conveniencia, sí por inercia (como en las últimas elecciones en donde ganaron todos los de Morena, sin ser algunos, necesariamente, los más indicados), lo que podría llevarnos a seguir eligiendo a los mismos “perfiles” de siempre. No es cierto eso de que los políticos se vuelvan delincuentes, sino que muchas veces elegimos delincuentes para que se vuelvan políticos. El clientelismo es corrupción, es la manipulación de la política excluyente que gira en beneficio de unos pocos. Antes, la realeza revolucionaria hacía y deshacía. Luego lo hicieron sus discípulos. Hoy veremos cómo se comporta la realeza morenista. De entrada, vemos cómo algunos ya se andan promocionando sin ser los tiempos y sin estar permitido. Disfrazan su precampaña con muchos conceptos. O sea, están haciendo lo mismo que hacían los otros. México ha tenido más políticos y funcionarios mediocres e ineptos que sobresalientes; poco cumplidores de sus obligaciones, megalómanos, displicentes, mitómanos; protegidos por su fuero y despreciando a sus gobernados. Pongamos atención en quiénes deben llevar las riendas de nuestros gobiernos y legislaturas, para cambiar definitivamente, para mejorar, para exigir que los equipos de gobierno integren a los más capacitados, de reconocida honradez, y no asignados por politiquerías. Para que sean éticos, respetando las normas y no flexionarlas por conveniencia. La crisis política es preocupante y nos tiene pobres hasta en moral. El candidato debe de ser un político con principios y valores, que no se vanaglorie ni entregue falsas promesas que obedecen a la mentira premeditada como recurso para engañar. El candidato debe centrar su discurso en la verdad y sobre esta base realizar su campaña, ajustándose a los valores de la vida: La verdad, la justicia, la unidad, la libertad, la paz, la armonía, etcétera. Debemos de exigir verdadera democracia interna en los partidos políticos para elegir a sus representantes. No tienen elecciones limpias y democráticas. No se escogen a los más capacitados. Si se ponen candidatos incapaces, se propicia el desorden en la administración pública. Quienes quieren asumir un gobierno, tendrán que despojarse de toda actividad vana, costumbres, pasiones y todo lo que no se ajuste a la moral. Deben de ser humildes, no creerse dioses, que es cuando viene el derrumbe total de toda cohesión social. Si verdaderamente queremos tener una sociedad unida, con un gobierno sólido y fortalecido por las leyes, no tenemos otra alternativa que moralizar la política. El principio de autoridad se da desde la cabeza misma del gobierno, que es guía y ejemplo de toda la jerarquía menor y del pueblo. No nos puede volver a pasar lo que nos pasó en este sexenio frívolo, corrupto y sangriento. * El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.
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