Águilas y serpientes
El pasado domingo, en un verdadero tsunami social, se dio un triunfo contundente de la izquierda en la política de México. Todo se vistió de Morena, que arrasó con los demás, en lo que, dicen, fue algo así como la venganza del pueblo contra sus gobernantes soberbios, corruptos e ineficaces. México vive así una reconformación política. Las reglas del juego cambiarán, el tablero político va a modificarse. A partir de ya, México entra a una nueva dinámica con sus pros y sus contras. Se halla en el proceso hacia una democracia más plena. El nuevo gobierno tendrá que edificar un medio cultural y redefinir un esquema donde las distintas fuerzas políticas convoquen a la sociedad a una cultura de la legalidad, con principios de honestidad, respeto a los derechos humanos, pluralidad, tolerancia y participación. En este diciembre del 2018, se dará por terminada formalmente la cultura revolucionaria. Fue una época en donde se hicieron muchas cosas bien, como nuestras actuales instituciones; pero que también estandarizó la clase media, la pobreza y la corrupción. Ante un panorama social, en donde el escepticismo y la desconfianza son la base de la vida política, no podríamos esperar otra cosa que lo que sucedió el domingo pasado. Fuimos mucho tiempo domesticados y explotados por la “clase política”, sobresaliendo con ello la práctica, hábitos y costumbres desarrolladas bajo el corporativismo y el clientelismo. Esta transición que habrá en diciembre no tendrá mayor efecto si no cada cual hace su parte. El cambio obliga a implementar una cultura ciudadana, donde cada uno (actores sociales, partidos, instituciones, universidades, empresas y organizaciones no gubernamentales) tendrá que emprender una cruzada que impulse el motor plural de la sociedad y permita terminar con la mediocridad y la impunidad. Para comenzar, vamos a tener que educarnos de otra manera. Deberemos de desintoxicarnos de las rancias costumbres. Se necesitará una responsabilidad mayor, un ámbito de justicia adecuado, con el objetivo de repensar el país a futuro, para tener una mejor visión de México, con la capacidad de aglutinarnos a todos, con nuestras tradiciones y sin exclusiones. La educación propuesta debe cimentarse en algo sólido respecto a nuestra historia, nuestra cultura y nuestra idiosincrasia. No veo por qué no pensar, incluso, en reescribir nuestra historia para poner la verdad. Una historia que ilustre en qué consistieron los errores históricos, sus consecuencias posteriores. Que dé idea de nuestra situación actual, nuestros grandes logros, pero también todo lo que nos falta por hacer. Hoy transitamos entre frivolidades y corrupción. De ahí el hartazgo y la consecuencia dada el domingo pasado. Estábamos en una total incredulidad y apatía, porque los viejos políticos abusaron. Al acudir la mayoría a las urnas, se reivindicó nuestra solidaridad social y el sentimiento de colectividad. Lograr todo lo que se pretende y quiere, será difícil. Los sacrificios serán necesarios, pero están vivas las esperanzas. Nadie hará por nosotros lo que nos toca hacer a cada uno. Y cada cual tiene su tarea. La suma de todas las tareas nos traerá el éxito. * El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.
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