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Central Avionera III

Un ILS es el sistema que permite a un avión aterrizar cuando el piloto no ve la pista, usa señales de radio para guiarlo con precisión hasta el suelo.

Ariosto Manrique Moreno

Un ILS es el sistema que permite a un avión aterrizar cuando el piloto no ve la pista, usa señales de radio para guiarlo con precisión hasta el suelo. Es lo que hace posible aterrizar con lluvia, nubes bajas o neblina. Pero no todos los ILS son iguales: hay categorías. Y ahí es donde empieza el problema de Tijuana.

Según información oficial, el aeropuerto de Tijuana sí tiene ILS, pero es Categoría I, el nivel más básico. Funciona solo si la neblina “coopera”, pero cuando baja más de lo permitido, el piloto está obligado a abortar. No es capricho ni ineptitud: es procedimiento y es por seguridad de todos. Hasta ahí vamos bien pero, al mismo tiempo, revela responsabilidades claras para varios.

Primero, el propio aeropuerto. Un aeropuerto que recauda más de 6,000 millones de pesos al año en TUA, dinero que pagamos los pasajeros, no puede seguir operando con infraestructura mínima. Ese ingreso es enorme y constante, pero no se refleja en inversiones críticas que reduzcan cancelaciones y hagan al aeropuerto confiable cuando el clima se complica.

Lo verdaderamente escandaloso es la proporción: modernizar el sistema de aterrizaje costaría alrededor de 30 millones de pesos, apenas el 0.30% de los 9,789 millones que GAP planea invertir de aquí a 2029. No es una obra faraónica, no es un Tren Maya, no es Dos Bocas; es una fracción ridícula del presupuesto, es la gran oportunidad para dejar de ser una central avionera y convertirse en un aeropuerto que aterriza oportunidades para la ciudad.

Entonces… ¿por qué no se hizo hace cinco o seis años, cuando el crecimiento de pasajeros por el CBX era evidente? Porque, como muchas cosas que se hacen al amparo y comodidad de las concesiones públicas, fue un cambio anunciado, celebrado y explotado comercialmente, pero no acompañado de infraestructura crítica.

Segundo, las aerolíneas. Los aviones de las principales aerolíneas mexicanas sí están equipados para aterrizar por instrumentos. La tecnología existe. Lo que no siempre está al mismo nivel es la capacitación y certificación de los pilotos para operar con mínimos más bajos. Entrenar cuesta, pero es parte del negocio

Tercero, el comodín de siempre: el entorno binacional, el espacio aéreo, la coordinación con Estados Unidos, las tolerancias técnicas. Todo eso es real, pero no es excusa, es tarea. Las ciudades serias enfrentan complejidades; las mediocres las usan como pretextos.

Nada de esto es nuevo, ya lo he denunciado antes. En Central Avionera y Central Avionera II, publicadas en este mismo espacio (El Imparcial), señalé corrupción, irresponsabilidad, malas prácticas y mucha incompetencia en la operación del aeropuerto. La neblina no creó el problema; solo lo volvió visible.

Una propuesta: en lugar de andar rascándole al FIDEM para cubrir proyectos que el gobierno no pudo resolver, bien podría destinarse una parte a fortalecer el sistema de aterrizaje como infraestructura clave para la competitividad. Una ciudad cuyo aeropuerto se paraliza con neblina pierde dinero, confianza y oportunidades todos los días.

La neblina va a seguir llegando y Tijuana seguirá demorándose o, peor, cancelando su futuro. Ojalá que no.

  • *- El autor es Director de Testa Marketing.

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