El talón de Aquiles del turismo en BC
El turismo en Baja California ha aprendido a venderse bien.

El turismo en Baja California ha aprendido a venderse bien. Promocionamos paisajes, experiencias, gastronomía y vinos de clase mundial. Sin embargo, seguimos postergando la discusión más incómoda: la falta de profesionalización real y obligatoria de toda la cadena de valor turística. Y mientras no la enfrentemos de frente, cualquier estrategia promocional seguirá siendo frágil.
El verdadero diferenciador de un destino no está en su publicidad, sino en la calidad de su gente. En la preparación reciben, orientan, atienden, transportan, hospedan, venden y resuelven problemas. La capacitación y las certificaciones no deberían ser vistas como un trámite o un distintivo decorativo, sino como un requisito mínimo para competir en serio.
Hoy, en Baja California, todavía permitimos brechas que no se deberían tolerar en un destino que aspira a ser de primer nivel. Servicios que no corresponden con el precio que se cobra. Procesos improvisados. Falta de protocolos claros para atender quejas, emergencias o inconformidades. Una cultura que aún se resiste a errores y a entender que dar seguimiento a un problema no es una concesión, sino una obligación.
También seguimos arrastrando rezagos que afectan directamente la experiencia del visitante: intermediación débil, poca integración de productos, información fragmentada y una adopción tardía de los pagos electrónicos. No es razonable que un destino turístico moderno obligue al visitante a cargar efectivo o limite su consumo por fallas estructurales que ya deberían estar resueltas.
La capacitación no es solo un tema técnico; es una decisión política y empresarial. Es entender que el turismo no se sostiene únicamente con atractivos naturales, sino con procesos. Que no basta con atraer turistas; hay que saberlos atender, orientarlos y retenerlos. Que un colaborador formado no improvisa, propone, diseña experiencias y genera valor.
Esto resulta todavía más evidente cuando observamos la diversidad de segmentos que llegan al Estado: reuniones, congresos y convenciones, incentivos, salud, romance en todas sus facetas, negocios, visitantes que vienen por motivos familiares, gastronómicos o de entretenimiento. Cada uno exige conocimiento, sensibilidad y protocolos específicos. Sin capacitación especializada, lo que entregamos es un servicio genérico y, muchas veces, insuficiente.
Baja California no necesita más discursos optimistas: necesita decisiones firmes. Urge transitar de la promoción sin estructura a la profesionalización como política permanente. Fortalecer certificaciones, estandarizar procesos y elevar el nivel de exigencia en toda la cadena. Porque el verdadero talón de Aquiles de nuestro turismo no es la falta de atractivos, sino nuestra resistencia a profesionalizarnos al ritmo que el mundo exige. Nuestra competencia ya lo hace y nosotros nos estamos rezagando.
- *- El autor es un opinólogo tijuanense enamorado de su ciudad.
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