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Las manifestaciones ciudadanas

“Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio” (John Berger)

Ignacio  Calderón Tena

Ahora que vísperas de manifestaciones ciudadanas en más de 48 del país, para protestar, este 15 de noviembre, por el asesinato del Alcalde de Uruapan, Michoacán, acaecido hace unos días, vale la pena hacer algunos comentarios al respecto.

En esta ocasión, uno de los organizadores, al menos en la Ciudad de México, es un grupo de jóvenes denominado Generación Z México, que buscan un cambio significativo en la política y la sociedad mexicana, enfatizando en que su movimiento no está vinculado a partidos políticos y busca una movilización pacífica y creativa.

Esto debe ser un foco rojo para el gobierno federal, que tan solo ha atinado a establecer un plan denominado “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia” que contempla 100 acciones y destinará más de 57 mil mdp para ello. En su lanzamiento la Presidenta dijo: “A todas y todos los michoacanos les decimos: No están solos, su Presidenta y todo el Gobierno de México los respalda”, aunque claro, de “lejecitos”, pues la presentación de este ambicioso plan se hizo a cientos de kilómetros de Michoacán. ¿Será miedo o precaución? Pero el mensaje es claro, si están solos; recordemos que en esa Entidad, en 4 años, van siete alcaldes asesinados y uno desaparecido.

Hoy en día, es habitual que gente de diversas edades, grupos sociales e ideologías, se manifieste en las calles con distintos tipos de demandas. Sin embargo, eso no fue siempre así. En el libro: “La manifestación. Cuando la acción colectiva toma las calles” (2015), Olivier Fillieule y Danielle Tartakowsky, hacen un recuento de sus orígenes y mencionan que las primeras manifestaciones documentadas, se dan en Inglaterra entre 1810 y 1820, siendo la mayoría de ellas, protagonizadas por trabajadores inconformes con las condiciones laborales de aquel tiempo. Estos movimientos pasan a Francia y de ahí a diferentes partes del planeta.

En el mundo moderno, quien no recuerda la “Primavera Árabe”, aquella serie de protestas y levantamientos populares en el mundo árabe a partir de 2010, buscando democracia y derechos sociales, que resultaron en el derrocamiento de varios regímenes autoritarios. Su origen, ya lo hemos apuntado en estas columnas, comenzó en diciembre de 2010 en Túnez, cuando un vendedor ambulante, Mohamed Bouazizi, se inmoló en protesta por el acoso policial. Este acto desencadenó una ola de manifestaciones contra el régimen autoritario de Zine El Abidine Ben Ali, quien fue derrocado en enero de 2011. Este evento inspiró protestas similares en otros países árabes, como

Egipto, Libia, Yemen y Siria, donde los ciudadanos exigían el fin de gobiernos opresivos y reformas democráticas.

En México, tenemos historia de manifestaciones, desde las de Cananea y Río Blanco, de 1907 y 1907, respectivamente; las manifestaciones de apoyo a la expropiación petrolera de 1938 y más recientemente, las constantes y violentas marchas de la CNTE que lo hacen como una forma de vida.

En el caso de la Ciudad de México, estas marchas son cosa de todos los días, sin embargo, la violencia en muchos casos se ha apoderado de estos mecanismos de denuncia ciudadana, tergiversando el objetivo de las mismas al permitir que encapuchados se inmiscuyan en estos movimientos y destruyan a su paso lo que encuentran.

Hoy que estamos a días de estas grandes concentraciones ciudadanas en contra de la inseguridad, debemos estar pendientes de la respuesta de la autoridad, si las minimiza, como lo hacía López Obrador, o si provocan que la autoridad trabaje seriamente en combatir la inseguridad y no solo “de lejecitos” como en Michoacán.

  • *- El autor es asesor empresarial en cabildeo.

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