Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

Relámpago en una botella/ frankenstein/ volver al futuro

Guillermo del Toro, después de cuarenta años de carrera, ha cumplido finalmente el sueño de su vida, adaptar Frankenstein al cine.

Manuel  Ríos Sarabia

Guillermo del Toro, después de cuarenta años de carrera, ha cumplido finalmente el sueño de su vida, adaptar Frankenstein al cine. Su versión, como los cientos de versiones que le anteceden, es otra más que tampoco es fiel al relato original. Esa característica parece ser ya parte ineludible de la transición de la novela de Mary Shelley al cine. Como Víctor Frankenstein, del Toro también construye a su criatura utilizando partes, en su caso de las versiones que llenaron su imaginación y que alimentaron su amor por el personaje. Es fácil identificar la influencia de las dos cintas de James Whale, de hace ya casi cien años, así como de las producciones de Hammer, sin embargo, del Toro ha eliminado el terror de su versión, convirtiéndola en un romántico cuento de hadas.

Cometiendo el mismo error que Coppola con Drácula, quien hizo de un demonio un enamorado inmortal, del Toro convierte a su criatura en figura trágica, dentro de una historia de amor y de paternidad fallida. En este afán, cuida que su creación sea agradable a la vista y que sus actos de violencia sean siempre justificados. Con todos estos cambios, se aleja cada vez más de la fuente original y de la intención de Mary Shelley por retratar la arrogancia de aquellos que intentan emular a dios.

Como tantos directores antes que él, del Toro también construye su creación a su imagen y semejanza. James Whale se encargó de imbuir sus versiones con un subtexto homosexual, algo que las producciones de Hammer también insinuaron y que finalmente Richard O’Brien llevó al límite, haciendo de su Dr. Frankenfurter alguien que crea una criatura para su propio placer sexual, en El show de terror de Rocky (1975) (que celebrando su cincuenta aniversario se encuentra en cartelera esta semana).

Como de costumbre, del Toro, identificándose con el monstruo, lo romantiza, y a través de sus cambios busca lograr una total empatía del espectador con la criatura. Sus elecciones de reparto también son problemáticas, Jacob Elordi no podía ser un “monstruo” más atractivo, tanto que Elizabeth (Mia Goth) lo prefiere antes que al Víctor de Oscar Isaac, el Frankenstein menos acertado desde Kenneth Branagh.

En conclusión, el Frankenstein de del Toro nos recuerda fehacientemente que las cosas no son como son, sino como somos.

Cumpliendo cuarenta años, Volver al futuro, regresa a las pantallas, una cinta con la que (como Frankenstien), Bob Gale y Robert Zemeckis atraparon, narrativa, figurativa y literalmente un relámpago en una botella. El guion impecable de Gale y la mejor dirección de la carrera de Zemeckis se conjuntaron para crear la película perfecta.

Como los relojes del Doctor Brown, la cinta funciona con exactitud, todas sus piezas en el lugar preciso para impulsar la narrativa y generar momentos cómicos. La química entre Michael J. Fox y Christopher Lloyd es irrepetible e inimitable.

Su secreto radica en partir de lo conocido para realizar un viaje hacia un pasado, conocido por otras generaciones, resultando en una experiencia multigeneracional que cautiva a todo aquel que tiene contacto con ella. Pocos clímax son tan intensos, emocionantes e impecablemente ejecutados, como la secuencia en que Doc Brown tiene que luchar contra el reloj, literal y figurativamente, minutos antes de que caiga un rayo, para atraparlo, canalizarlo, y enviar a Marty de regreso al futuro.

Adicionalmente, pocas secuelas han logrado mejor su propósito esencial, ofrecer más de lo mismo, sin embargo, las de Volver al futuro lo hacen de forma justificada, con una serie de deja vus temporales, presentando una historia que se repite una y otra vez a través de las décadas, abarcando un espacio de cien años de 1885 a 1985. Imperdible.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí