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El precio del oro: ¿Termómetro de una crisis económica inminente?

El precio del oro ha alcanzado niveles históricos sin precedentes, superando los 4,000 dólares por onza en octubre de 2025.

Ismael  Plascencia López

El precio del oro ha alcanzado niveles históricos sin precedentes, superando los 4,000 dólares por onza en octubre de 2025, un aumento de más del 30 % desde inicios de 2024. Esta escalada genera una pregunta inquietante: ¿estamos frente a una nueva crisis económica global? La historia sugiere que deberíamos prestar atención, pues el metal dorado ha demostrado ser un indicador adelantado de turbulencias financieras.

El patrón histórico es revelador. Antes de la crisis de 2008, el oro había subido más del 50 % en apenas nueve meses, alcanzando su entonces récord de 1,011 dólares por onza en marzo de ese año, justo cuando Bear Stearns colapsaba. Durante la pandemia de

COVID-19, el oro aumentó casi 30 % en 2020, anticipando la recesión global que seguiría. Este comportamiento no es casual: refleja el instinto de supervivencia financiera de los inversionistas institucionales que detectan fragilidades antes que el público general.

De acuerdo con J.P. Morgan Research, el oro podría promediar 3,675 dólares por onza en el último trimestre de 2025, con potencial de alcanzar los 4,000 dólares en 2026. Esta proyección no es meramente especulativa: responde a factores estructurales. Los bancos centrales continúan comprando oro a un ritmo acelerado, superando las 1,000 toneladas por tercer año consecutivo en 2024, una señal de que las instituciones más sofisticadas del mundo buscan refugio ante tormentas que anticipan.

El aumento de la incertidumbre global explica casi la mitad (47 %) del incremento del oro en el último año. Las tensiones geopolíticas, las políticas arancelarias reactivadas por la administración Trump tras su reelección y la persistente inflación han creado un cóctel de ansiedad financiera. Sin embargo, las inversiones en fondos cotizados (ETFs) de oro representan apenas 2.3 % de los activos globales, muy por debajo del 5.2 % alcanzado en 2011, lo que deja margen para un flujo mayor hacia el metal si el pánico se intensifica.

Un ejemplo adicional refuerza la percepción de cautela en los mercados: Warren Buffett, el inversionista más emblemático del mundo, mantiene niveles récord de efectivo en Berkshire Hathaway, superiores a los 200 mil millones de dólares. Este comportamiento, lejos de ser casual, sugiere que incluso los más experimentados prefieren esperar oportunidades antes que asumir riesgos en un entorno que huele a corrección. Buffett ha señalado en reiteradas ocasiones que cuando las valoraciones bursátiles se separan de la realidad económica, la paciencia es la mejor inversión.

Otros activos refugio, como el franco suizo o los bonos del Tesoro estadounidense, también muestran movimientos defensivos, aunque ninguno con el mismo impulso sostenido del oro. La comparación sugiere que el metal precioso sigue siendo, más que una mercancía, un termómetro del miedo económico global.

México no es inmune a estas dinámicas. Una crisis financiera internacional afectaría nuestra economía abierta y dependiente del comercio con Estados Unidos. En un contexto de desaceleración industrial y propuestas de reducción laboral, las empresas nacionales podrían enfrentar condiciones crediticias más restrictivas y menor demanda, lo que borraría de la noche a la mañana la apreciación del peso frente al dólar.

El oro no miente. Su precio envía una señal clara: los inversionistas más informados están preparándose para turbulencias. Ignorar esta advertencia sería tan imprudente como navegar sin brújula hacia una tormenta. El precio del oro se dispara y la crisis se aproxima, y como siempre digo en estos casos, ojala esté equivocado.

  • *- El autor es Doctor en Economía, Maestro en Desarrollo Regional, profesor-investigador en Cetys Universidad.

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