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Río Tijuana es casi una zona de desastre

El domingo pasado fui a Plaza Río a hacer algunas compras y me acordé de que ya viene el concierto de la OBC con música de Star Wars.

Pepe  Avelar

El domingo pasado fui a Plaza Río a hacer algunas compras y me acordé de que ya viene el concierto de la OBC con música de Star Wars. Así que, para “aprovechar”, me fui caminando al Cecut. Qué cochinero me encontré en esos 400 metros de ida y vuelta.

Para empezar, las aceras ya no sirven: están desniveladas, con hoyos sin tapar, registros de servicios abiertos y tramos levantados por las raíces de los árboles. No hay opciones seguras para bajar o subir en silla de ruedas. Y ya no digamos que hace años que nadie lleva una máquina para lavado a presión ¡hasta chiclosas están!

Y luego, el ambulantaje. En lo que —se recordaba— era una zona prohibida, hoy hay todo un folclor de mesitas, hieleras, pedigüeños, baldes, cajas y letreros mal hechos. ¡El tianguis de cualquier colonia popular es más ordenado! Hasta un “DJ” me encontré con todo y sonido.

El abandono del arbolado es evidente. Nadie ha podado nada en años. Hay zonas en las que uno tiene que agacharse para no topar con las ramas. Y ni qué decir de la limpieza de palmeras o arbustos. Todo está igual.

Luego están esas cosas horrorosas llamadas “mobiliario urbano”, que algún día fueron pretexto para vender publicidad: buzones sin buzón postal, bancas desalineadas, cajas de aluminio grafiteadas y olvidadas, postes que —supongo— alguna vez sostuvieron teléfonos públicos. Especial atención merecen los paraderos de transporte público. Merecen levantarlos y llevarlos al kilo de chatarra.

Después me topé con el monumento a México, las famosas “tijeras”, que además de estar grafiteado se está cayendo a pedazos. Literalmente: ya perdió varias piezas, arriba y abajo. Y seguro por ahí pasan todos los funcionarios municipales ¡ni modo que no vean el estado de abandono!

Cuando por fin quise cruzar al Cecut me di cuenta de que, para una persona con discapacidad o con movilidad limitada, sería imposible hacerlo. No hay un camino franco. El adoquín está desnivelado y no existen rampas ni accesos adecuados. Hasta el camellón tienes que “brincar”. Todo en muy mal estado.

Los postes de alumbrado y de semáforos están llenos de calcomanías, letreros pegados con goma, engrudo y toda clase de basura visual.

Ya en plan de “investigación”, decidí regresar pero entrando a la plaza por la vía rápida. Otro monumento al descuido: taludes y jardineras convertidos en basureros. ¡Qué cochinero de maleza y desechos! Recordé haber pasado por ahí de noche: es una auténtica boca de lobo. Qué cosa tan mal mantenida.

En este pequeñísimo recorrido se palpa el cuchitril en el que vivimos. Y eso que estamos en la llamada “zona bonita”.

Ya en el auto, aproveché para darme una vuelta de glorieta a glorieta. Lo mismo: banquetas inservibles, basura y abandono.

La superficie de rodamiento sobre Cuauhtémoc ya no da más: todo son hoyos y desniveles. Las grietas del pavimento son más que evidentes en una vialidad que está cumpliendo 50 años de vida o un poco más.

Pobre Tijuana. Pobres de nosotros, los ciudadanos.

Tanta ciudad, tanta gente buena, para seguir soportando tan malos gobiernos y tan malas organizaciones civiles y empresariales, que ni para alzar la voz son buenas. Nos hundimos sin remedio, a la vista de todos.

  • *- El autor es un opinólogo tijuanense enamorado de su ciudad.

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