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Rocha ‘el sincero’

Era 2021. El entonces presidente López Obrador pidió a su gabinete de Seguridad que citara a todos los candidatos de Morena a las 15 gubernaturas estatales que se jugaban ese verano.

Carlos Loret de Mola

Era 2021. El entonces presidente López Obrador pidió a su gabinete de Seguridad que citara a todos los candidatos de Morena a las 15 gubernaturas estatales que se jugaban ese verano. Quería que les mostraran sus expedientes. Sí, que les compartieran lo que el Centro Nacional de Inteligencia tenía sobre cada uno de ellos. Era una suerte de lectura de cartilla: esto sabemos de ti, así que más vale que te comportes.

Todos fueron desfilando. Me cuentan que aquello fue un divertido rosario de malabares para justificar sus pecados y promesas de no volverlos a cometer. Hasta que llegó Rubén Rocha Moya, el candidato del oficialismo a la gubernatura de Sinaloa.

Lo confrontaron. Le dijeron que había registro de que él tenía vínculos con los narcotraficantes más famosos del estado. La respuesta de Rocha Moya, me revelan fuentes, dejó a todos pasmados. Con una mezcla de candor y sinceridad, confesó: no, no tengo vínculos con narcos, son mis amigos. Y abundó: es que ustedes no entienden, en Sinaloa nada se puede mover sin el narco: la política, la economía, la sociedad. Y si quieres gobernabilidad, tienes que hablar con ellos.

Cualquier ánimo inquisidor del gabinete de Seguridad obradorista quedó empantanado. Pero le llevaron el caso a su jefe, el presidente, y López Obrador escuchó el reporte de la cita y avaló la candidatura de Rocha.

En campaña, Rocha Moya no escondió esta visión. En una entrevista que le hice en abril de ese mismo año, me dijo con claridad: hay que buscar una forma de coordinarse con los narcos.

Llegaron las elecciones y ganó Morena. El arrollador triunfo de Rocha Moya estuvo íntimamente asociado a la operación electoral del cártel de Sinaloa, que tuvo el descaro de secuestrar a los operadores electorales de la oposición el fin de semana de los comicios. Se denunció ante la OEA.

No pasó nada. O sí. Porque quedó claro que desde que el verdadero gobernador de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, cayó en manos de Estados Unidos por una traición intestina del cártel, Sinaloa está en llamas.

Llegó la presidenta Sheinbaum y se propuso pacificar Sinaloa. En un lance mediático, envió a su hombre de toda confianza, Omar García Harfuch, secretario de Seguridad federal. El gobierno dice que han bajado los asesinatos. La gente dice que no ha recuperado su vida normal. Se cancela el Grito, se cancela el palenque de la feria ganadera, balacean al vehículo de la nieta del gobernador… pero la presidenta dice que la gente debería ir de vacaciones a Sinaloa. Y claro, ella va a hacer un mitin el fin de semana. Para la política sí que hay condiciones.

  • *- El autor es periodista y conductor de radio, televisión y medios digitales.

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