Cámaras zombi
En muchas ciudades las cámaras empresariales caminan, hacen eventos, presumen fotos… pero están muertas por dentro.

En muchas ciudades las cámaras empresariales caminan, hacen eventos, presumen fotos… pero están muertas por dentro, ni sus miembros se animan a participar o compartir en redes, ni mucho menos asistir a las reuniones que se organizan.
Son zombis que hablan de innovación mientras se arrastran con la misma agenda de siempre: desayunos con discursos reciclados, pasarela de funcionarios, críticas sin propuestas y selfies en redes sociales, que simplemente exhiben que su “valor agregado” es puro aire.
Hoy, con la Inteligencia Artificial, un empresario obtiene en segundos lo que antes tardaba meses en llegar por medio de una cámara: datos, análisis y hasta borradores de contratos. Entonces la pregunta incómoda aparece: ¿para qué existen?
El riesgo es claro: convertirse en organismos irrelevantes que viven de cuotas, trámites y aplausos. Peor aún, quedarse como foros de ego, vitrinas de vanidad que olvidan que la verdadera razón de existir son los emprendedores, quienes generan empleo, impuestos y prosperidad. Si la IA puede entregar la información más rápido, ¿qué sentido tiene pagar por un cascarón que solo organiza desayunos y publica en redes sociales que nadie sigue?
La cámara zombi se reconoce de inmediato: presume cursos eternos que no transforman negocios, se refugia en declaraciones de ocasión, hace del “networking” un intercambio de tarjetas en donde todos venden y nadie compra. Mientras tanto, los socios esperan algo más: defensa de sus intereses, acompañamiento real, proyectos ambiciosos para la ciudad y un entorno que les dé condiciones para crecer.
Rescatar a las cámaras del estado zombi implica volver a la esencia: ser espacios de coordinación, confianza y defensa de intereses comunes. Aquí tres caminos concretos que, en mi experiencia participando activamente en algunas de ellas, quiero compartir:
1.- Alianzas estratégicas, no competencia. En vez de fragmentar esfuerzos, los organismos empresariales deben integrarse con otras organizaciones —académicas, sociales o internacionales— para ser complementarias y no redundantes. La fuerza está en la red, no en la soledad institucional.
2.- Ecosistema por encima del ego. Menos reflectores y más compromiso real: acompañar a los socios en trámites, abrir puertas de mercado, defender causas específicas o emprender proyectos de largo alcance para la ciudad.
3.- Recordar la misión original. Una cámara existe para servir al emprendedor y al empresario, no al revés. El día que pierda de vista que ellos son el motor de la economía, habrá firmado su acta de defunción.
Y aquí lo crudo: la IA no es el verdugo, es la tabla de salvación. Con ella, cualquier organismo empresarial puede transparentar datos, generar ideas, automatizar procesos y liberar tiempo para lo que de verdad importa: construir comunidad, defender intereses y lograr una ciudad más próspera. Si aun con esas herramientas prefiere ser un foro de ego y redes sociales vacías, entonces sí: mejor que muera y deje espacio a quienes sí entienden que el ecosistema y los empresarios son la razón de existir.
- *- El autor es Director de Testa Marketing, investigación de mercados.
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