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La literatura regional: ¿cómo leerla?

¿De qué sirve invitar a la lectura de obras literarias bajacalifornianas si la mayoría no están circulando en este momento?

Gabriel  Trujillo

¿De qué sirve invitar a la lectura de obras literarias bajacalifornianas si la mayoría no están circulando en este momento? ¿Cómo hacerse del conocimiento cabal de la literatura nuestra si buena parte de sus creaciones no han sido reeditadas? Como bien sabemos, escudriñar los orígenes de la literatura bajacaliforniana es labor de tenaces aventureros, de tercos exploradores. Se necesita la persistencia del gambusino buscando las vetas en el oscuro socavón de nuestros archivos, librerías de viejo, bibliotecas que permanecen cerradas. No es tarea fácil. Nunca lo ha sido.

Así que mientras cambian las condiciones para investigar a nuestros literatos, Historia mínima (e ilustrada) de la literatura en Tijuana, de Humberto Félix Berumen, uno de nuestros mejores especialistas en el tema, un sabio de lo propio, un recolector de lo disperso, es la guía esencial para recorrer el casino de Agua Caliente con Hernán de la la calle Revolución con Rubén Vizcaíno Valencia; las leyendas de Tijuana con Sor Abeja; la picaresca fronteriza con Roberto Castillo, el santo y seña de la vida en mudanza, de la urbe en movimiento, con Felipe Almada, Eduardo Hurtado, Raúl Rincón Meza, Luis Cortés Bargalló, Ruth Vargas Leyva, Alfonso René Gutiérrez y Víctor Soto Ferrel; la Tijuana de antaño en clave Morse con Federico Campbell; los barrios bravos con Luis Humberto Crosthwaite; el rompimiento de las convenciones sociales y sexuales con Rosina Conde; el party interminable con Rafa Saavedra, el paseo alucinante con ese par de cronistas ejemplares que son los hermanos Leobardo y Carlos Sarabia Quiroz, la recreación de una ciudad fronteriza desde la cámara de un fotógrafo japonés con Daniel Salinas Basave, así como tantos otros lugares de ese imaginario colectivo que denominamos Tijuana.

Como su autor lo dice al final: “Como todo da historia, por mínima o extensa que sea”, la suya “deja varias preguntas pendientes, puntos por aclarar, lecturas que iluminen otros aspectos, apreciaciones críticas que valoren mejor lo escrito y publicado en distintos tiempos y circunstancias”. Pero con lo que este libro contiene basta para descifrar algunas claves esenciales de la literatura en Tijuana en los últimos cien años. Un trabajo meritorio por donde se le vea, altruista como pocos, hechos con honestidad y con franqueza, con meticulosidad de sabio y con rigor de erudito. El recuento de una vida dedicada a la lectura crítica de su entorno. La vida de Humberto, cómplice y testigo, viajero que quiere que lo acompañemos en su periplo, que descubramos juntos, autor y lectores, el paraíso escritural “donde los sueños se desbordan en estelas”, donde se despliega una tradición literaria para todos los gustos y necesidades, donde se confronta lo deseable con lo posible, donde cada generación es su propio laberinto, donde cada autor cruza sus propias fronteras, donde cada libro revisado es una obra en proceso, un punto de partida, una vuelta a casa. Encrucijada de caminos con sus pertinentes sorpresas. Paisaje creativo con sus inesperadas revelaciones.

En ese sentido, Félix Berumen pareciera responder con este libro a lo que pide Óscar Ángeles Reyes: que el oficio de la crítica literaria no se circunscriba a ser “un ejercicio de lectura”, sino que vaya más allá: que sea “un ejercicio de intercambio de ideas, de feroz escrutinio, de provocación”, que sirva de catalizador para que otros acudan a leer estas obras tijuanenses y adquieran el interés por interrogarlas, por analizarlas, por hacerlas parte de su propio acervo personal, el cimiento de las letras que vendrán.

En estos tiempos en que la crítica ha sido sustituida por la cortesanía y el meme; en que el estudio en serio de nuestra literatura se halla en franca sequía, el libro de don Humberto es un oasis bienvenido, una lluvia de ideas por demás necesaria, un diálogo inteligente con ese pasado literario que todavía nos falta por conocer a cabalidad, por aquilatar en sus discursos y tendencias, en sus preceptos y mitologías, en ese “lento y contradictorio proceso social” que ya cuenta con instituciones que lo respaldan, con un público que lo sigue, con críticos tan puntillosos y dedicados como él. Tal vez por eso la aparición de Historia mínima (e ilustrada) de la literatura en Tijuana inyecta un cierto optimismo al devenir de la crítica literaria en nuestro entorno. Ahora bien, ¿quién se avienta la historia de la literatura en Mexicali, en Ensenada, en…? Porque para escribir un libro como el de Humberto primero hay que leer las obras fundamentales, los autores imprescindibles. ¿No creen?

  •  *- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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