El secreto menos secreto de la transparencia
“La máxima exposición no solo incomoda a los malos, también protege a los funcionarios buenos.”

“La máxima exposición no solo incomoda a los malos, también protege a los funcionarios buenos.”
Hoy, los funcionarios ya no operan tras escritorios discretos y oficinas oscuras. Ahora están a un mensaje de WhatsApp, un tuit o un “me encantaría que me respondiera” en una reunión pública. Ese acceso no es un lujo: es algo lógico y obvio, es la esencia del principio de máxima exposición o comunicación, es el secreto menos secreto de la transparencia.
No lo digo yo nada más. El politólogo Andreas Schedler lo resume con precisión: “Rendir cuentas es establecer un diálogo, un puente de comunicación permanente entre funcionarios y ciudadanos”. Inclusive la OCDE, de la cual México forma parte, estructura tres niveles de interacción ciudadana: Información (mensaje unidireccional), Consulta (interacción limitada) y Participación activa (colaboración real) para dejar claro el rol que juega la comunicación en toda democracia.
El problema es que en la práctica muchas autoridades se quedan en el primer nivel: publican boletines y fotos, pero evitan preguntas difíciles. Una verdadera rendición de cuentas requiere datos claros, explicación de logros, retos y exposición de los que sí cumplieron los compromisos y los que no.
Ahora, ¿cómo exigimos los ciudadanos que este principio se aplique… sin caer en dramas ni linchamientos digitales? Veo 3 alternativas pero seguramente hay más:
1.- Redes con propósito. No es solo quejarse en el chat de WhatsApp, sino plantear preguntas claras y compartir las respuestas. Y si no responden, dejar constancia pública de ese silencio.
2.- Usar las plataformas oficiales. La Plataforma Nacional de Transparencia y sus equivalentes son armas ciudadanas: ahí revisas, solicitas y reclamas si la información no llega.
3.- Presión creativa. Un grupo de ciudadanos preguntando lo mismo por redes, correo y reuniones.
Todas estas son prácticas muy usadas, legítimas y que han funcionado en muchos casos.
No se trata de exhibir por exhibir. La máxima exposición es dar luz, no incendiar. Y sí, hay que hacerlo con respeto, pero también con firmeza: si el poder no siente la mirada ciudadana, se relaja… y ya sabemos lo que pasa.
La transparencia no es cortesía: es obligación. Porque si no explican, si no rinden cuentas más allá de publicar logros en redes, dejan que otros cuenten la historia a su modo. Y en política, el vacío siempre se llena… casi nunca a favor. La máxima exposición no solo incomoda a los malos, también protege a los funcionarios buenos. Y nosotros, como vecinos participativos y no como jueces de Whatsapp, tenemos que exigirla para cuidar lo que sí funciona y corregir lo que no.
- *- El autor es Director de Testa Marketing, investigación de mercados.
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