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La transición institucionalizada

Hay en nuestro país un grupo de académicos e intelectuales que sostienen que la llamada “transición a la democracia” es parte de su patrimonio.

Victor Alejandro  Espinoza

Hay en nuestro país un grupo de académicos e intelectuales que sostienen que la llamada “transición a la democracia” es parte de su patrimonio. Se dicen dueños de los derechos de propiedad intelectual. Ellos, sostienen, serían los únicos que pudieran sugerir, proponer la modificación o la permanencia de los contenidos de la democracia en México. Como son los artífices de la transición, nadie tiene derecho a cuestionar lo que ellos, padres de la democratización nacional, escribieron en piedra. O al menos, si alguien osara utilizar su concepto, les debe rendir primero, pleitesía, y luego solicitar permiso. Son los intérpretes divinos del “evangelio de la democracia”, como los llama Héctor Alejandro Quintanar.

Por eso no sorprende la portada del mes de julio de uno de sus “libros sagrados” Nexos (el otro es Letras Libres). Una portada negra titulada “Réquiem por la transición democrática”. Y la madre democracia viendo como yace a sus pies una urna caída. Esa ilustración sintetiza la idea precisa de su concepción de la transición política mexicana. La nuestra fue una “transición votada” (Mauricio Merino dixit), sostienen. No hubo más. Ellos son los fundadores del IFE y de su posterior transformación en INE. No importan las luchas anteriores para lograr la transformación del autoritarismo. Lo importante, en su versión, fue el diseño institucional cuyos arquitectos son ellos mismos.

Si alguien quiere moverle una coma al sistema electoral les debe pedir permiso. La única democracia posible es la procedimental. Las luchas que costaron vidas por abrir un sistema político autoritario son nimiedades. Su gran legado, afirman, es haber sido testigos del cambio de gobierno en el año 2 mil. Es el momento sublime de la transición política.

El pastor, Enrique Krauze, acuñó en 1984 uno de los conceptos que además es la guía que les señala la ruta: “Por una democracia sin adjetivos”. El camino electoral es el único que define a la democracia. Los transitólogos decidieron que la nuestra no tendría ni principio ni final. Por ello, cada vez que se aprobaba, primero por ellos, una reforma, se avanzaba inexorablemente hacia la perfección del sistema electoral.

Otro de sus pastores, Héctor Aguilar Camín, decretó que la democracia contrajo una enfermedad incurable con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador. Sentenció que la “dictadura de la mayoría” era un cáncer en etapa terminal pues el “oficialismo” había violado la Constitución para obtener mayorías calificadas en ambas cámaras. Así, su deceso ocurrió en el verano de 2025, con la elección del Poder Judicial. Y anunció a los cuatro vientos: “la democracia ha muerto”.

Por eso los transitólogos decidieron luchar, primero, promoviendo la “marea rosa”, cuyas manifestaciones tuvieron como principales oradores a tres ex consejeros presidentes del órgano electoral: tanto simbolismo en tres actos. Ya encarrerados, decidieron resucitar a nuestra democracia formando un nuevo partido: Somos México, cuya identidad se define en el slogan: “No somos ni de derecha ni de izquierda”, “sino todo lo contrario”. Pero para garantizar seguir viviendo del presupuesto en su proyecto de reforma electoral proponen aumentar el número de diputados plurinominales de 200 a 250, además todo el Senado deberá estar compuesto de senadores plurinominales. ¿Pueden adivinar quienes serían los candidatos de Somos México que encabezarían las listas? Ahh y para rematar su propuesta exigen que el presupuesto para los partidos se reparta 50% para todos y 50% según resultados electorales. Además, que los consejeros del INE ya no serían designados por las ¾ partes del Senado (96, cuando hoy la mayoría calificada es de 86) y ya no por los diputados. Así garantizan curules, dinero y control del INE. Inteligentísimos los muchachos.

Tocar con el pétalo de una rosa la transición institucionalizada significa, para los que se miran al espejo, una deriva autoritaria. El inmovilismo que pregonan se resuelve en su axioma: reformar para que todo siga igual. O reformar si se les pide permiso. Solo admitirían los cambios por ellos aprobados pues, como dije, poseen el monopolio de la verdad y los derechos intelectuales sobre el término transición a la democracia. Ni más, ni menos.

  •  *- El autor es Presidente de El Colegio de la Frontera Norte.

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