Familia de cuarta
Los cuatro fantásticos: primeros pasos. Dir. Matt Shakman

Como consecuencia de varios tropiezos consecutivos (Capitán América 4 y Thunderbolts, sólo en este año), Marvel ha decidido cambiar un poco su fórmula, pero muy poco. Para integrar a los Cuatro Fantásticos al MCU (ya en su cuarta versión cinematográfica, contando la apócrifa cinta de Roger Corman de 1994), el estudio intenta presentar su versión definitiva y es una apuesta fuerte, ya que de ella depende el futuro narrativo del culebrón marvelita. Pareciera que tanto Marvel como DC finalmente han entendido que nadie quiere volver a ver, por enésima vez, los orígenes de sus héroes. Y como si estuvieran copiando la tarea, los Cuatro Fantásticos repite, tanto la omisión de su origen (más allá de una breve mención televisiva), como una serie de los ritmos narrativos de Superman de James Gunn. En teoría esta adaptación debería funcionar, tiene todo lo que se le podría pedir, se desarrolla en los sesenta (decada en que iniciaron los comics originales), el diseño de producción de su universo retro futurista es inmejorable, la Mole por fin visualmente correcta, sin embargo, la cinta de Shakman carece de alma, colocándola más cerca de una versión de Zack Snyder de los Cuatro Fantásticos y lejos de la chispa de James Gunn. Y aquí radica el problema, en el intento por distanciarse de lo que ha sido una característica durante ya casi dos décadas, las historias superheroicas coloreadas por la comedia, Marvel toma el camino equivocado. En el momento de adaptar la creación más representativa de Jack Kirby a la pantalla, Shakman (y Marvel) decide hacerlo con una estética visual que recuerda a un tipo de cine de los sesenta, con una fotografía deslavada de tonos apagados, más cercana a Kubrick que a un comic. Y es que, cuando el cine y tono que se debería referenciar es algo como las comedias sesenteras de Rock Hudson y Doris Day, Shakman entrega Ojos Bien Abiertos con superpoderes. Realmente nada funciona. Esta es la historia de una familia de científicos aventureros, pero la química entre Reed Richards (Pedro Pascal) y Sue Storm (Vanessa Kirby) es inexistente. La interacción familiar es parca y carece de la intimidad y humorismo que caracteriza a los personajes originales. Todo es tan frío y ausente de vida como el Nueva York que parece estar habitado por apenas un millar de personas como si se tratara de una aldea. Las secuencias de acción están calculadas para cumplir con lo requerido, pero su ejecución es gélida. Los elementos parecen indicar que Shakman jamás leyó una sola historieta en su vida, le interesa más recrear “ambientes” cinematográficos de época que hacer una película de superhéroes. Así, el intento resulta ser como una pesadilla que entremezcla a Godzilla con El bebé de Rosemary. Lo más triste es que por más que intenten alejarse de la esencia de los cómics, aplicando seriedad apocalíptica a la historia, el guión es tan básicamente malo que sigue la tan trillada fórmula al pie de la letra, eliminando todo conflicto y resolviendo el problema de la manera más infantil posible. Ante una amenaza planetaria, un Reed Richards deprimido, y para nada asertivo, encuentra la solución más absurda posible y finalmente, al no funcionar esta, recurre a engañar a un dios cósmico con un empujón, como al villano de Scooby Doo. Hay mejores opciones en cartelera. Reestrenándose en versión restaurada, La Quimera del Oro de Charles Chaplin, una película que cumple cien años, tiene mucho más que ofrecer, en cuanto a diversión pura, que el último esperpento de Marvel; pero si insisten con los superhéroes, la mejor opción para elevar el ánimo es volver a ver Superman.
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