Poner los ojos en Haití
Las tragedias colectivas nos afectan en la medida que nos enteremos.

Las tragedias colectivas nos afectan en la medida que nos enteremos. Salimos a las calles con la bandera palestina o tomamos posición respecto a Ucrania, pero demasiado poco se habla sobre el mal más cercano, Haití. Ese país que ha dejado de ser un desconocido a algo familiar por el exilio a México, especialmente aquí en Tijuana. Los apoyamos e incluimos, pero poco sabemos sobre lo que sucede en su país de origen. Podríamos hablar de Sudan o Sones o el Congo, y estaríamos hablando de otras crisis humanitarias en curso y poco visibilizadas, pero distantes. De alguna manera existe la sensación que lo que le sucede a tu vecino te compete más de lo que sucede en un país lejano. Déjenme comentarles que Cancún está 400 kilómetros más lejos que Haití desde Tijuana. Es parte de nuestra comunidad geopolítica, sin embargo, no estamos alarmados por lo que sucede allí y nos enfocamos en los migrantes. Estos salieron de un auténtico infierno, quiero pensar que compartimos la ciudad con haitianos buenas personas ya que cruzaron las barreras de la migración y la adaptación, pero lo que sucede allá es muy distinto, la mitad de la población está debajo de los veinte años y la mitad de los niños no van a la escuela. No tienen un gobierno que funcione y están en manos de pandillas con violencia extrema. Acá padecemos algún decapitado o atrozmente muerto, bueno, allá es algo mucho más frecuente. Las mujeres jóvenes frecuentemente son víctimas de pandillas de muchachos que las violan en grupo, muchas en la pubertad. Tienen el doble de homicidios que nosotros y la mitad de la población padece hambre. No se dice oficialmente, pero se le considera como un país sin remedio, de lejos y con pincitas. Para empezar, no hay con quien acordar, es una distopia, más de la mitad de las clínicas y hospitales cerraron y la falta de vacunas los tienen padeciendo enfermedades como el cólera y la tuberculosis. Otra parte de la realidad es que al ser negros no causan el mismo impacto que los ucranianos o los palestinos, son discriminados en los países de su derredor, inclusive entre ellos mismos. Se distinguen entre negro y claro, pequeñas diferencias en su negritud que muestran la incorporación del colonialista francés que los esclavizó. Estar en la categoría de negro es que estás en la pobreza y el vudú, y el claro es una elite urbana afrancesada y adinerada. Paradójicamente este país fue heroicamente el primero en independizarse, pero les fue de mal en peor, aislados internacionalmente, brutales dictaduras, magnicidios, represión política extrema. Hay que reflexionar por qué no reaccionamos, por qué tan pocas imágenes, por qué darles la espalda, por qué.
- *- El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana.
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