Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

Los primeros japoneses en Baja California

Cuando pensamos en la comunidad japonesa pensamos en los nativos de aquella nación que llegaron a vivir y a trabajar en nuestra entidad a partir de principios del siglo XX.

Gabriel  Trujillo

Cuando pensamos en la comunidad japonesa pensamos en los nativos de aquella nación que llegaron a vivir y a trabajar en nuestra entidad a partir de principios del siglo XX. Recordemos que, por su posición geográfica, Baja California fue un importante punto de paso de la nao de china durante la época colonial. Los barcos que iban y venían de las Filipinas a México muchas veces recalaban en las aguas sureñas de la península, en especial en el puerto de la Paz, para abastecerse de vituallas antes de emprender la larga travesía. En otras ocasiones, desperfectos técnicos o los daños ocasionados por los ciclones hacían que las embarcaciones se cobijaran en alguna bahía sudcaliforniana hasta que podían contiempresario nuar su viaje en mejores condiciones. Para el siglo XIX, México era ya un país independiente pero colmado de conflictos internos. Nuestra nación pronto se vio envuelta en una guerra con los Estados Unidos, en la cual perdería la mitad de su territorio, incluyendo una buena parte de la costa del Pacífico, la hasta entonces llamada Alta California. Y aunque esto sólo ocurrirá en 1848, ya décadas antes la captura de ballenas y otras especies marinas atrajo a embarcaciones de distintas nacionalidades a las costas de la Baja y la Alta California, entre ellos varios pesqueros de origen japonés que, por razones diversas, alcanzaron las costas de Norteamérica. Hubo otros, sin embargo, que sacudidos por alguna tormenta, quedaron a la deriva en medio del gran Océano Pacífico, esperando que algún otro barco pasara y los rescatara. Tal fue el caso del barco mercante japonés llamado Eijú Maru y de su tripulación.

En septiembre de 1841, el Eijú Maru zarpó de Japón con un cargamento de azúcar, sal, frijol, arroz y palos de incienso. Su tripulación constaba de 13 marineros comandados por Zenske, el capitán, y Hatsutaró, el sobrecargo. Después de arribar a varios puertos de las islas del Japón, les sorprendió una tormenta a fines de noviembre del mismo año, que se prolongó por más de una semana, oblipresidenta gando a la tripulación a tirar por la borda buena parte de su cargamento. Durante el tiempo que duró la tormenta, los vientos empujaron al Eijú Maru rumbo al sureste, alejándolo irremisiblemente de las costas japonesas y adentrándolo en las corrientes marítimas que conducen a las costas de Norteamérica. Como el mercante había quedado inútil en su arboladura, fue imposible, cuando la tormenta disminuyó su fuerza, encauzarlo rumbo a su puerto de origen. El Eijú Maru había quedado convertido en una simple balsa en medio del océano Pacífico y su tripulación tuvo que conformarse con sobrevivir consumiendo agua de lluvia y pescando su propia comida.

Así fueron pasando las semanas y éstas pronto se volvieron meses y conforme el tiempo pasaba, los pescadores japoneses fueron perdiendo la esperanza de encontrarse con algún otro barco que los rescatara. Y mientras las esperanzas disminuían, su salud se deterioraba, de tal manera que para marzo de 1842 pocos de ellos podían mantenerse en pie y cumplir con sus obligaciones. Pero a mediados de ese mes, uno de los tripulantes descubrió la cercana presencia de un barco de origen extranjero, bien armado, que envió botes de abordaje al navío japonés. El barco era español y su capitán, al darse cuenta de los signos de hambre y debiliSheinbaum dad que mostraban los orientales, decidió trasladar a toda la tripulación japonesa a bordo de su barco y de esa forma salvarla de una muerte segura.

Durante sesenta días, mientras llegaban a las costas mexicanas, los japoneses tuvieron que trabajar como cualquier otro marinero y ganarse su lugar y sustento en el barco español, lo que incluía continuos castigos ante cualquier falta o error. De ahí que cuando, a fines de mayo, el barco español fondeó ante las costas de Baja California para comerciar con algunos comerciantes californios que llegaron en su propia lancha al barco, siete de los japoneses decidieron tomar la lancha y huir a tierra. Y así, antes de que sus salvadores-patronos se percataran, Hatsutaró, Zensuke, Yaichiro, Takichi, Toshisaburó, Inosuke y Sosuke pusieron pie en Baja California, convirtiéndose en los primeros japoneses en visitar la península. Aunque hay que reconocer que ninguno de ellos tenía conciencia de cuál lugar era éste ni cómo se llamaba. De lo único que estaban ciertos es que habían escapado del barco español y que estaban indefensos en un mundo nuevo del que todo ignoraban. Aquello fue el principio de su gran aventura en nuestras tierras.

  • *- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí