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Invasiones y venganzas bailarina/ el eternauta

Por si no ha sido suficiente con cuatro películas y una serie de televisión, la saga de John Wick continúa expandiéndose.

Manuel  Ríos Sarabia

Por si no ha sido suficiente con cuatro películas y una serie de televisión, la saga de John Wick continúa expandiéndose. Ahora el ángulo es femenino, aunque eso no cambie en lo absoluto la trama de violenta venganza. Es de agradecer que el personaje titular es encarnado por la encantadora y bellísima Ana de Armas, quien se reencuentra con Keanu Reeves diez años después de haber sido su némesis en Knock Knock (Eli Roth, 2015), donde fue la única persona (con ayuda de su co cospiradora) que jamás haya podido derrotar a “Wick”.

Ana ya había demostrado, con el personaje de Paloma en Sin tiempo para morir (2021) que una versión femenina de James Bond, sobre todo, interpretada con su inmenso carisma, era una idea formidable. La oportunidad de desarrollarla fue desperdiciada por los Broccoli/MGM, sin embargo, la idea ha sido cooptada por el universo Wick. En papel, el planteamiento sonaba tan maravilloso como la misma Ana, sin embargo, lo que los genios creadores de Bailarina olvidaron fue brindarle un guión que fuera más que un comercial para vender armas a incels. De niña, Eva Macarro, fue extraída de un culto por su padre (miembro de la Ruska Roma), en el proceso su madre murió. Los líderes del culto tratando de recuperar a Eva matan a su padre.

Huérfana, Eva (de Armas) es reclutada por Winston Scott (Ian McShane), para la Ruska Roma, y durante años entrena como bailarina/asesina. Después de librar una prueba final, Eva recibe su primera misión, esto la pone en el camino hacia una guerra personal por vengar a su familia, no sin antes toparse con John Wick un par de veces, porque pues… “Universo de John Wick”. Lo que sigue son dos horas del tipo de acción tan visto en innumerables cintas desechables, básicamente bien coreografiada, pero carente de toda capacidad para generar emoción alguna en el espectador. Ninguna sorpresa, siendo que la dirección corre a cargo de Len Wiseman (saga de Underworld y otros churros desabridos).

Lo único que queda es aprovechar las dos horas para deleitarse con la belleza de Ana, y reírse del absurdo de una mujer de 1.68 cm haciendo pedazos a un pueblo entero de matones de dos metros. En algún momento se señala la comicidad inherente en esto, pero la violencia extrema auto cancela toda posibilidad de diversión.

Para contenido con más substancia diríjanse a Netflix y elijan la adaptación de la clásica historieta argentina, El Eternauta. Creada en 1957 por Hector Germán Oesterheld y Francisco Solano López, la trama de El Eternauta narra una invasión extraterrestre vivida en Buenos Aires.

La alegoría detrás de la historia hablaba de los golpes de estado sufridos en Argentina, sus múltiples personajes representando la resistencia a la opresión.

En la serie, Ricardo Darín interpreta a Juan Salvo, el titular eternauta, padre divorciado, que después de una misteriosa nevada que mata a todo el que toca, se embarca en un viaje de supervivencia en busca de su hija. Los temas originales de la historieta se preservan con muy buen trabajo de adaptación a la actualidad. Un mundo en el que muy desafortunadamente aún se sigue sufriendo por el autoritarismo y la opresión. La metáfora extraterrestre es tan vigente hoy como hace casi 70 años. La dirección de Bruno Stagnaro traduce perfectamente la sensación del material original, recreando viñetas específicas y retomando diálogos exactos. Pero lo más destacable de la serie radica en preservar y retransmitir el mensaje de Osterheld, el de una invasión que infecta las mentes de los individuos y de cómo “el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”.

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