El Destino Manifiesto
“La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza.” Napoleón I

Se trata de un concepto del siglo XIX que sostenía que Estados Unidos estaba destinado a expandir su territorio, llevando la democracia y sus valores a otras partes del mundo. Esta ideología fue utilizada para apoyar la anexión de territorios y se convirtió en un aspecto central de la política nacional y de la política exterior estadounidense durante esa época.
El presidente James Monroe (1758-1831) justificó la expansión en el continente frente a la presencia de las potencias europeas con la llamada doctrina Monroe (1823), resumida en la frase “América para los americanos”.
Jefferson aplicó el Destino Manifiesto con la compra de Luisiana, la cual fue colonizada por los franceses a principios del siglo XVIII, para luego ser cedida a España tras la derrota en la guerra de los Siete Años y recuperada por Napoleón a cambio de la región de Toscana, en la Italia septentrional.
Jefferson reconocía el peligro que representaba para Estados Unidos el contar con una posesión francesa en tierras continentales y vecinas, pues en cualquier momento podrían ser invadidos, por ello, buscaron a toda costa, de hacerse de ese territorio. Esta oportunidad llegó en 1803 luego de la derrota del ejército francés en Haití y ante la necesidad de obtener medios para su lucha contra Inglaterra, Napoleón ordenó la venta de toda la Luisiana a los Estados Unidos.
Posteriormente, en 1809, cuando José Bonaparte, el hermano mayor del emperador Napoleón, tomaba el trono de España, decidió aprovechar el apetito norteamericano por tierras y planteó a los franceses una negociación que permitiera a Estados Uniiniciativa. dos apropiarse de la península de la Florida y la isla de Cuba, a cambio de neutralidad en la lucha por la independencia que libraban México y las demás provincias hispanas.
A pesar de los compromisos de neutralidad asumidos por los Estados Unidos para adquirir la Florida y renunciado a toda aspiración sobre Texas, en 1836, con el pretexto de atacar el excesivo centralismo de ciudad de México, estalló en Texas un motín que contó con recursos extraordinarios aportados por Estados Unidos; como resultado de la insurrección, se detuvo en San Jacinto al presidente Santa Anna, quien para recuperar su libertad, concedió entonces la autonomía a Texas y dispuso el retiro total del ejército mexicano.
Una vez ocurrido esto, los Estados Unidos reconocieron la “nueva república” de Texas y buscó su anexión formalmente en 1845. La oposición de nuestro país, poco pudo hacer frente a ello y no pudimos vencer al ejército estadounidense que cañoneó Veracruz y avanzó sobre la capital. Santa Anna capituló entonces y entregó a Estados Unidos, mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) no sólo a Texas, sino también a California, Nuevo México y otros territorios, con lo que perdimos más de la mitad de nuestro país.
Algo similar ocurrió en 1867, por el entonces zar Alejandro II de Rusia, quien decidió vender por 7.2 millones de dólares el territorio de Alaska, cuestión que es considerada como uno de los mayores errores de cálculo en la historia de Rusia.
Hawai se unió a los Estados Unidos en 1898 como territorio de los Estados Unidos, a través de la Resolución federal de Newlands, que oficialmente designó a Hawai como territorio anexo de los Estados Unidos y en 1959 se convierte oficialmente en el estado número 50 de la Unión.
- *- El autor es asesor empresarial en cabildeo.
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