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El día que JC Chávez le compró una casa a su mamá

Era el año de 1979, el momento en que un joven delgado de 17 años de edad y un metro y 72 centímetros de estatura abordaba un autobús en la central camionera de Culiacán.

Carlos Torres

Era el año de 1979, el momento en que un joven delgado de 17 años de edad y un metro y 72 centímetros de estatura abordaba un autobús en la central camionera de Culiacán.

En su mochila lleva un par de cambios de ropa y muchas ilusiones.

Su destino era la ciudad de Tijuana a donde viajaba con el sueño de convertirse en peleador profesional. Al subir al camión se hizo una firme promesa: no regresará a su tierra sinaloense hasta que haya ganado lo necesario para construirle una casa a su madre. Se avienta un largo trayecto de más de 23 horas.

En el bolsillo de su pantalón trae apenas unas monedas y un papel arrugado donde anotó la dirección de un gimnasio y el nombre de un señor llamado Rómulo Quirarte, que según le dijo su hermano Rodolfo, puede entrenarlo para ser un campeón.

Con más dudas que certezas y muchas horas sin comer, el joven llega a Tijuana y de la central de la Buena Vista se traslada al gimnasio del CREA. Rómulo Quirarte está terminando el entrenamiento de la tarde. Mira al recién llegado y lo primero que le pregunta es si ya comió. La cara del joven lo dice todo. Don Rómulo se lo lleva a una taquería en la colonia Libertad. Este encuentro fue una gran bendición.

El joven se llama Julio César Chávez y se convertiría en una leyenda en nuestra historia

Hijo del ferrocarrilero Rodolfo Chávez e Isabel González, Julio César nació el 12 de julio de 1962 en Ciudad Obregón, creció en Culiacán, pero se forjó como boxeador en Tijuana y aquí se quedó a pelear hasta que le construyó la casa que le prometió a su madre.

Lo tengo muy presente. Tenía 12 años y mi papá me llevó al Hipódromo Caliente de Tijuana para ver la pelea de Julio César Chávez. Yo creo que lo veía como a 2 kilómetros del ring pero salimos emocionados. El pugilista mexicano ganó de manera clara la defensa de su título de campeón mundial al dominicano Danilo Cuero Duro Cabrera. Desde aquella fecha el nombre de Chávez fue parte de mi afición deportiva.

No son pocas las anécdotas de mi adolescencia y juventud que están relacionadas con alguna pelea de Chávez.

Recuerdo particularmente aquella noche del 17 de marzo de 1990 en que estaba junto con mis hermanos en la casa de mis papás. Como en muchas ocasiones, nos organizamos para ver pelear al gran campeón, pero aquella función era especial y parecía ser el combate de combates. Chávez saltaba al ring para defender su título contra el poderoso ex campeón olímpico e imbatible Meldrick Taylor. A diferencia de sus demás peleas, en esta sufrimos en serio.

Después de los primeros 11 episodios puedo decir que estábamos resignados ante la inminente derrota. Nuestras caras lo decían todo. De repente, en el round 12 se empezaron a dar varios destellos que nos cambiaron el ánimo. Lo imposible se presentó y con un tremendo derechazo comenzó el griterío en la casa.

Las dos manos en alto de Richard Steele nunca se me olvidarán. Nuestro campeón mexicano lo hizo posible. Este mes de marzo se cumplieron 35 años de aquella pelea que todos en mi familia recordamos.

En la discusión para elegir al mejor deportista mexicano de todos los tiempos yo sé que habrá quien pueda elegir a Hugo Sánchez o Fernando Valenzuela pero estoy convencido como me lo comentaba mi hermano mayor que si ponemos a los 10 más grandes deportistas del mundo considerando cada disciplina el único que tiene garantizado estar en ese podium es Julio César Chávez. Por eso considero que no solo es el mejor boxeador, sino el mejor deportista mexicano de todos los tiempos. Para mí no hay dudas.

Muchos años después, la vida me dio la oportunidad de poder conocer y tratar a Julio César Chávez y entonces descubrí que es también un campeón en sencillez, humildad y calidad humana. Es un gran conversador con un sentido del humor único y sobre todo con un alma noble que lleva a Tijuana en el corazón.

*El autor colabora activamente en la regeneración de los centros históricos de Mexicali y de Tijuana.

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