Guerra comercial 2.0: ¿Quién pagará el precio?
El reciente anuncio del expresidente Donald Trump sobre la imposición de aranceles del 25% a todas las importaciones provenientes de Canadá y México, así como un 10% adicional a los productos chinos, ha generado preocupación en múltiples sectores económicos.

El reciente anuncio del expresidente Donald Trump sobre la imposición de aranceles del 25% a todas las importaciones provenientes de Canadá y México, así como un 10% adicional a los productos chinos, ha generado preocupación en múltiples sectores económicos. Estas medidas, que entraron en vigor sin oportunidad de negociación debido a la falta de consultas previas con los socios comerciales y la rapidez con la que fueron anunciadas, marcan un giro proteccionista que podría alterar significativamente las cadenas de suministro y aumentar los costos para consumidores y empresas.
Las economías de Canadá y México dependen en gran medida del comercio con Estados Unidos, representando más del 40% de sus importaciones. Estas tarifas podrían empujar a ambos países hacia una recesión, además de encarecer productos esenciales como automóviles, alimentos y bienes electrónicos.
Los mercados financieros no tardaron en reaccionar: el índice S&P 500 cayó un 1.8%, su peor descenso en lo que va del año. Para los economistas, esto es una señal clara de la incertidumbre generada por la política comercial de Trump. Su administración ha utilizado los aranceles como herramienta de presión para obtener concesiones en temas como la crisis migratoria y el tráfico de drogas.
Uno de los sectores más afectados es el automotriz. Canadá y México representan casi la mitad de las importaciones y exportaciones de automóviles de EE. UU., y las nuevas tarifas encarecerán los costos de producción. Empresas como General Motors y Ford han advertido que estos aumentos serán trasladados al consumidor final, elevando los precios de los vehículos en miles de dólares y reduciendo la competitividad de la industria estadounidense.
México ha implementado una serie de medidas para apaciguar a Trump. A pesar de estos esfuerzos, Trump ha cambiado las condiciones, exigiendo que las plantas manufactureras de Canadá y México sean trasladadas a Estados Unidos para evitar los aranceles. En un evento sobre inversiones en EE. UU., afirmó que “lo que tienen que hacer es construir sus fábricas aquí” y enfatizó que solo así podrían eludir los aranceles, según reportes del New York Times.
Canadá, ha endurecido su postura, desplegando mayor seguridad fronteriza y amenazando con represalias comerciales. El primer ministro ha planteado la posibilidad de restricciones en la exportación de electricidad, petróleo y gas a EE. UU., además
China no ha respondido con concesiones inmediatas. Tras la imposición de un 10% adicional a sus exportaciones, las empresas chinas evalúan estrategias para mitigar el impacto, desde absorber parte del costo hasta redirigir sus exportaciones a otros mercados. Sin embargo, la historia ha demostrado que este tipo de medidas suelen desembocar en guerras comerciales que perjudican a ambas partes. Un ejemplo claro fue la guerra comercial entre Estados Unidos y China iniciada en 2018, donde ambos países impusieron aranceles a miles de millones de dólares en bienes, lo que resultó en una desaceleración del comercio global y afectó industrias clave como la tecnológica y agrícola.
Lejos de beneficiarse, EEUU enfrentará mayores precios al consumidor, menor inversión empresarial y un deterioro en sus relaciones comerciales internacionales. De acuerdo con un informe del Peterson Institute for International Economics, incrementos arancelarios similares en el pasado han llevado a aumentos de costos para empresas y consumidores, además de afectar el crecimiento económico a mediano plazo.
*El autor es Doctor en Economía, Maestro en Desarrollo Regional, asesor y consultor empresarial.
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