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Acusados de fraude

Una tarde de mayo llegaron a mi hogar, dos mujeres integrantes del Instituto Estatal Electoral, sede Tecate, para hacerme la invitación a participar como integrante de los funcionarios de casilla en mi colonia.

José Roberto  Vázquez

Por el derecho a la libertad de expresión.

Una tarde de mayo llegaron a mi hogar, dos mujeres integrantes del Instituto Estatal Electoral, sede Tecate, para hacerme la invitación a participar como integrante de los funcionarios de casilla en mi colonia. Ya he participado varias veces como presidente de casilla. Es una tarea ardua, larga, extenuante, de mucho contacto con la ciudadanía, lo que implica tener actitudes amigables, pero sin descuidar la frágil línea de comunicación con el ciudadano estresado, que ocupa parte de su tiempo en ir a ejercer su derecho al voto, y que, además, está inmerso en una situación extremadamente riesgosa por la delincuencia, y el número de asesinatos en nuestras comunidades.

Antes de que se iniciara la jornada electoral, los que aceptamos participar y donar nuestros tiempos para el ejercicio electoral, tuvimos una serie de reuniones para que nos explicaran el procedimiento, y para que aclaráramos las dudas que pudiéramos tener. Tres días antes, los presidentes de casilla recibimos el paquete electoral, mismo que debíamos resguardar y conservar virgen hasta que llegara a las mesas de votación. La consigna era que debería estar en la casilla a las siete y media de la mañana, para que se comenzara a instalar la misma. Si el sábado tuviste una fiesta o te desvelaste por cualquier cosa, tu obligación no se modifica, la casilla debe estar en tiempo y forma lista para las votaciones.

Los momentos difíciles comienzan con los ciudadanos desesperados, que creen que tienen el derecho a ser tratados con rapidez, y exigen acciones rápidas porque ellos tienen prisa. A alguno de ellos hay que tranquilizarlos o, de plano, regañarlos y exigirles se controlen o van a haber consecuencias legales contra ellos. Después comienzan a pasar los vecinos a votar, uno por uno, y el día transcurre sin dificultades. Después de las seis de la tarde, se comienza el conteo de las boletas y se hacen paquetes de votos por su preferencia electoral, contando voto por voto. Al mismo tiempo, los integrantes de la casilla debemos hacer actas por cada uno de los puestos de elección, organizar los documentos, los utensilios utilizados, la papelería y todo lo que se nos facilitó, para llevar a cabo este ejercicio democrático.

Lo que el ciudadano no sabe y al Instituto Estatal Electoral no le importa lo más mínimo, es la situación de los integrantes de la casilla electoral. Por ejemplo, hubo personas de la casilla que no alcanzaron a desayunar en su casa, pero se presentaron a la jornada a tiempo. No hubo ninguna pregunta de cómo estábamos, hasta que comenzamos a inconformarnos y nos llevaron comida. Sin embargo, el alimento no fue nada práctico, no nos proporcionaron cubiertos, ni servilletas, ni un espacio digno para comer. Comimos sobre las rodillas incómodos y muy molestos. Las instalaciones de la escuela nos proporcionaron sanitarios, pero no tuvimos papel sanitario ni toallas de papel para secarnos las manos.

Además, para las siete de la tarde, ya habían cerrado los sanitarios y nos dejaron a nuestra suerte. Aunque con vergüenza, hombres y mujeres orinamos en el patio. La jornada electoral para nuestra casilla fue de 17 horas de trabajo, aunque algunos de mis compañeros iban a trabajar a las seis de la mañana.

Ni al Instituto Nacional Electoral, ni al Estatal Electoral les importó mucho que tuviéramos condiciones de trabajo deficientes ni diferentes. Ellos cumplieron sus tareas y lograron sus objetivos. Nosotros, los que hicimos el trabajo básico de comprobar la legalidad y efectividad del voto popular, que lo validamos y contamos, después fuimos acusados de fraude. La realidad es que, en el sistema nacional electoral, hay un deficiente, que va contra las personas que hacemos efectiva la ley al sancionar la legalidad del proceso electoral, sin embargo, somos a los que nos apuran y exigen resultados correctos, bajo extrema presión. Ya está siendo un imperativo mejorar las condiciones de trabajo de los miembros de las casillas de elección. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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