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No me gusta Xóchitl

Ya se que nadie me lo ha preguntado y que probablemente estoy siendo políticamente incorrecto, pero debo decirlo fuerte para que se escuche, Xóchitl Gálvez no me gusta.

Por el derecho a la libertad de expresión.

Ya se que nadie me lo ha preguntado y que probablemente estoy siendo políticamente incorrecto, pero debo decirlo fuerte para que se escuche, Xóchitl Gálvez no me gusta. No la siento completa y en momentos, veo que está haciendo un enorme pero nulo esfuerzo, por parecer propositiva como candidata a la presidencia de la república. Tiene, desde mi punto de vista, muy penetradas en su conducta, una serie de actitudes que la llevan a parecer débil en sus pronunciamientos. Tiende al comentario chusco, dicharachero y a la vacilada. Con esta particularidad que se percibe, no llega a crear la imagen de una persona madura, propositiva y consciente. Estas características le dan notoriedad, pero no logran posicionarla como la candidata ideal de la oposición. De hecho, algunos de los líderes que la promovieron se notan desencantados, y su entusiasmo varió hacia la baja.

Su campaña se enfoca más en las críticas hacia la Sheinbaum, que, en hacer propuestas programáticas de su gobierno, en caso de que ganara las elecciones. El ciclo de la campaña es muy reducido. Son pocos días y aunque a muchos mexicanos les gusta la actitud desafiante de Xóchitl, criticando a la Sheinbaum sin descanso, deja de lado la oportunidad de exponer su plan de trabajo. Tal vez debería jugar en dos planos, uno para criticar con bromas o con seriedad, pero el otro, para que analice nuestra situación social y exponga soluciones a los problemas que nos aquejan.

No obstante, tampoco me gusta Claudia Sheinbaum, no por su forma de conducirse en la campaña o porque copia el tono de voz y algunas expresiones de AMLO, sino porque en asuntos graves no ha tenido el valor de expresar una opinión vigorosa, por ejemplo, contra la violencia y los ajusticiamientos. No hay escusa ni pretexto, cuando todo mundo estamos esperando que alguna fatalidad le suceda a nuestra familia. Cuando nos informa la prensa nacional que generaciones entealias ras tienen que dejar sus casas con sus pertenencias, porque el crimen organizado las ha amenazado con perjudicarlas si no se salen. Ante esto, la actitud estúpida de seguir promoviendo los abrazos ante la increíble violencia que vivimos es grotesca.

No se puede ni se debe iniciar un nuevo sexenio, con la misma forma equivocada de pensar. No cabe ninguna duda que el gobierno de López Obrador hizo cosas dignas de mencionarse, que realmente beneficiaron a la población en general, pero eso no le quita responsabilidad ni le disminuye la culpabilidad, de que la violencia y la delincuencia, hayan aumentado hasta las magnitudes actuales. Además, en el próximo sexenio el escalamiento de violencia no disminuirá, por el contrario, seguirá incrementándose. Se espera un inicio violento, con el cual el crimen organizado pintará su raya, establecerá sus condiciones y definirá la fuerza con la cual van a actuar. El nuevo gobierno tendrá entonces que trazar el punto de partida con el cual los va a repeler. Si su respuesta a la violencia es con la fuerza del estado, entonces se puede dar el caso de que las organizaciones delincuenciales le bajen a su presencia. Pero si no hay una resmás puesta de fuerza y efectiva, entonces sabrán que el camino fue allanado, para que la delincuencia transite por el país con toda la calma que requieran. Podrá argumentar el gobierno a su favor que, en relación con la cantidad total de la población mexicana, el porcentaje de criminalidad es mínimo, sin embargo hay aspectos de este fenómeno social que son significativamente graves y que impactan al total de la población nacional, primero, porque la criminalidad se ha generalizado a todos los espacios públicos del país; segundo, no existen zonas que estén blindadas y exentas de hechos delictivos; tercero, el delito de extorsión se ha generalizado y hasta el sector del trabajo informal está siendo obligado a pagar su precio; cuarto, la edad para ingresar como sicario ha disminuido, también, y hay casos conocidos de niños de hasta 10 años, que son integrados al crimen organizado; por último, la impunidad ya es casi total. Salvo unos cuantos casos resueltos de crímenes, la enrome mayoría de los delitos están impunes. Con esos datos, con la debilidad gubernamental y la falta de compromiso de las agencias policíacas nacionales, vamos directo a la anarquía. Vale.

*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.