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Tratar los trastornos

En nuestro medio se calcula que la mitad de las personas en estado de indigencia tienen un trastorno mental, y el cincuenta por ciento grave.

En nuestro medio se calcula que la mitad de las personas en estado de indigencia tienen un trastorno mental, y el cincuenta por ciento grave. El lunes pasado a unos metros de donde trabajo una persona indigente evidentemente sicótica y sin motivo alguno, salvo sus propios delirios y alucinaciones, arrojó a un paseante al acantilado del malecón de Playas de Tijuana, el día siguiente allí fue encontrado asesinado con arma de fuego. No puedo asociar los dos eventos, no puedo no asociarlos en mi fantasía. No faltará el que piense que se lo merecía por haber aventado a una persona con posibilidades de que muera por la altura y terreno, como si eliminar a los indigentes violentos fuera justo. Como sociedad, ¿qué hacer con esas personas? Es civilizado tener hospitales psiquiátricos de larga estancia, años. Hay que entender que los trastornos sicóticos son de por vida. Durante los años sesenta y setenta del siglo XX se inició la llamada antipsiquiatría, cuestionaban el exceso de medicamentos, la coerción para internarlos y la exclusión del contexto cultural y social, sin querer tienen razón, estos pacientes psicóticos necesitan cantidades mayores de sicofármacos para hacerles la vida menos tormentosa, con frecuencia se les tiene que internar involuntariamente y acaban excluidos de donde la antipsiquiatría dice que había que incluirlos. El discurso de la inclusión puede llegar tan lejos como para suponer la rehabilitación de aquello que su destino es la cronicidad, o sea, sin posibilidades de rehabilitación. Los hospitales psiquiátricos serán una especie en extinción en México, salvo que la futura presidenta cambie de opinión. Nuestras autoridades de salud, como otras en el mundo, intentan atender en consulta externa situaciones que son de hospital, no de cualquier hospital, tiene que ser psiquiátrico. Una persona agitada necesita de instalaciones especiales. Los antiguos hospitales psiquiátricos, yo aún me formé en uno, podían tener cafetería, comedor, cine, auditorio, iglesia, cancha de futbol, granja floral, patio central donde convivían pacientes hombres y mujeres unas horas, solamente aquellos que quisieran hacerlo. Una muy decente comida y habitaciones de una, dos y tres personas con sus baños individuales, se llamaba Clínica San Rafael en la hoy CDMX. Hoy en día hay la instrucción de la Secretaría de Salud de no construir ni un hospital psiquiátrico, y hasta de cerrar el que se pueda para hacer módulos de consulta externa. Es ignorar la realidad clínica de miles de personas, las vulnerables dentro de las vulnerables. Muy raras son las personas en estas condiciones que son agresivas, la enorme mayoría son víctimas, como sus familiares y vecinos. Hasta en Dinamarca la tendencia es a la desinstitucionalización psiquiátrica, no en Francia. Padecemos de buenismo, disculpe, no lo defino, búsquelo, es clave.