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José Castanedo: periodista mexicalense

En la década de 1920 a 1930 se da el despegue periodístico en Mexicali con periódicos de la talla de Mercurio, La Frontera y Nuevo Mundo.

En la década de 1920 a 1930 se da el despegue periodístico en Mexicali con periódicos de la talla de Mercurio, La Frontera y Nuevo Mundo, así como la revista más longeva de la entidad: Minerva, publicada por primera vez en 1927 y desaparecida en 1974. He llamado a esta generación de periodistas, intelectuales y poetas la generación de 1923, año en que la mayoría de ellos llegó a residir a la capital del entonces Distrito Norte de la Baja California y en que comienza el gobierno del general Abelardo L. Rodríguez, impulsor del régimen revolucionario y continuador del proceso modernizador político-empresarial de Baja California durante los seis años que duró en el poder.

José Castanedo, un joven y aguerrido periodista nacido en la última década del siglo XIX en Sonora, llega a Mexicali en 1924 y después de publicar en La Frontera, el periódico de los hermanos Pablo y José Guadalupe Herrera Carrillo, pone en marcha la revista Minerva en 1927. Sin embargo, es sólo hasta el 24 de febrero de 1931 que Castanedo logra registrar a Minerva como publicación mensual con oficinas en la calle Morelos #137, en el centro de la ciudad, donde don José funge como director y administrador eficaz, ya que en poco tiempo consigue publicidad de los principales negocios e instituciones de Baja California, Sonora y el valle Imperial en California. En las páginas de su revista desfilan anuncios tanto de la Compañía harinera del Pacífico como del club nocturno El Tecolote, casas de cambio, boticas, panaderías, asociaciones chinas, tiendas de abarrotes, la Cervecería Mexicali y el Nuevo Cantón, entre muchas otras. Pero Minerva cierra las puertas a la publicidad pecaminosa, a la industria del vicio en todas sus formas (con la excepción de la cervecería Mexicali), a la difusión de casinos y cantinas (con la excepción de sitios de prestigio social).

Por un lado, la revista Minerva aceptaba anuncios del gobierno y daba a conocer los logros del régimen, como el ferrocarril Sonora-Baja California. Los artículos principales hablaban de temas regionales y problemas locales, a la vez que ofrecían comentarios sobre la situación mundial y loas al franquismo. Para don José la situación de México siempre le parecía deplorable, ya fuera durante el Maximato callista o en los tiempos del sexenio del general Lázaro Cárdenas. En realidad, el verdadero problema para este periodista católico que coqueteaba con el fascismo era “El problema judío en México”, artículo publicado en el número de septiembre de 1941, ya en plena Segunda Guerra Mundial y cuando decir “problema judío” era tomar, literalmente, la frase del dictador Adolfo Hitler con respecto a los judíos europeos. La frase, repito, que llevaría a la destrucción de las comunidades judías a lo largo y ancho del viejo continente y a los campos de exterminio masivo de esta nación. Afortunadamente, su revista Minerva no sólo sirvió para difundir tan racista credo. Buena parte de sus páginas tuvieron un mejor propósito: el de difundir la historia de Mexicali, el reclamar que Baja California se poblara de compatriotas para que todos sus habitantes trabajaran en pro de la prosperidad peninsular, el que abogara para que nuestra entidad se impulsara hacia la productividad en mar y tierra, en el campo, las minas y la pesquería desde una perspectiva nacionalista.

De carácter intolerante y poco dado a ceder en sus creencias, José Castanedo era un hombre de convicciones firmes pero ciego a las realidades del mundo en que vivía: el nacionalismo revolucionario, la cultura indígena latinoamericana, el liberalismo que separaba para la sana convivencia el estado de la iglesia, la democracia como valor cultural frente al ascenso del fascismo y el nazismo. Como buen seguidor de Vasconcelos, Castaneda sólo veía la paja en el ojo ajeno y nunca se percataba de la viga en el ojo propio.

Para los años de la Segunda Guerra Mundial, Castanedo, viviendo en la frontera y aceptando los nuevos aires ideológicos, continuó con su propaganda católica, pero dejó pronto a un lado su antisemitismo. Su labor ensayística se volvió un trabajo más cercano a la historia o a la crónica que a la reflexión ideológica o filosófica. Las páginas de su revista se llenaron con la publicidad de instituciones gubernamentales, especialmente de comunicaciones y transportes, como el ferrocarril Sonora-Baja California, al que le dedicó innumerables reportajes y notas informativas. El radical de derecha era ahora un periodista cada vez más sereno, más benévolo. Ahora le interesaba la historia mexicalense, la vida en común.