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¿Congelar cuentas en caso de secuestro?

“A grandes males, grandes remedios” Refrán popular

Parece una medida draconiana, pero frente a un escenario totalmente adverso y las experiencias en otros países, el hecho de congelar las cuentas de la familia de un secuestrado, se vuelve una medida necesaria en México. Se dice que al inmovilizar las cuentas de la persona secuestrada y sus familiares, el secuestrador se verá limitado porque sabe que el afectado no tendrá con qué cubrir el monto del secuestro, sin embargo algunos expertos comentan que al atacar el secuestro con estas medidas, puede dar como consecuencia el crecimiento del delito de extorsión, el cual es un delito menos grave que puede atacarse frontalmente con medidas como el registro y control de los celulares y otras más.

Evidentemente que al aplicar estas restricciones al patrimonio de una persona privada de su libertad, existe el grave riesgo de que mueran inocentes, pero también es cierto que este delito disminuirá considerablemente al verse cooptados los ingresos de la delincuencia organizada por la aplicación de esta medida. En varios estados de la República ya se ha intentado legislar en este sentido, incluso en Veracruz, en época del gobernador Miguel Alemán, se manejó una iniciativa, la cual buscaba congelar bienes y cuentas bancarias de las personas que intenten recaudar dinero para pagar los rescates exigidos por secuestradores. Brasil por ejemplo, logró terminar con este flagelo al bloquear el acceso a los recursos para satisfacer las exigencias de los raptores. En Estados Unidos y en Canadá el secuestro es altamente penado donde se aplica la congelación de cuentas desde hace varias décadas.

Hace ya varios años ocurrió un secuestro de un residente tijuanense, de quien omitiré su nombre por respeto a su familia. La hermana del secuestrado narro a detalle todo el sufrimiento que la familia pasó. En aquella ocasión la familia, ante las presiones de los captores, tuvo que pagar dos veces el rescate y a pesar de que nunca fue entregado la víctima, quisieron cobra un tercer rescate, sin embargo al negarse a cubrirlo por tercera ocasión y demandarles una prueba de vida, la casa familiar fue baleada, lo que los obligó a refugiarse en los Estados Unidos. Adicionalmente a todo lo anterior, la familia tuvo que lamentar la pérdida del padre de la víctima, que no pudo resistir todo lo ocurrido y perdió la vida a consecuencia de un infarto.

El secuestro es un delito que juega con los sentimientos de las personas hasta conseguir el objetivo, sin importar las humillaciones o vejaciones que sufra la víctima, afectando tanto patrimonial como emocionalmente a toda una familia o comunidad y al mismo tiempo deja profundas huellas que difícilmente se pueden superar, habiendo casos que después de rescatada la víctima continúan en comunicación con la familia buscando seguir recibiendo recursos por una supuesta protección o “derecho de piso”, con lo cual la pesadilla nunca termina. No existe una estadística confiable del número de secuestros, en virtud de la elevada cifra negra, pero es evidente que continua existiendo y más ahora que se promueven los “abrazos y no balazos” y cada vez se realiza con mayor violencia y crueldad, confundiéndose los comandos que lo perpetran con agentes policiacos que amparados en uniformes apócrifos cometen sus fechorías en plena luz del día.

Es tiempo pues de que se legisle en este sentido cerrando el paso a esta creciente industria delictiva que tanto lacera a nuestra sociedad.

  • *- El autor es asesor empresarial en cabildeo.